Las “Identidades” de Maenza | Iván Rodrigo Mendizábal

Por Iván Rodrigo Mendizábal

 

Unos seres que están a punto de desintegrarse, con movimientos límite, como si estuvieran posando el sufrimiento, como si respetasen por último la extraña voluntad que los aniquila, es el retrato que inaugura el libro del ecuatoriano Diego Maenza (Los Ríos, 1987), Identidades (Ediciones Alféizar, 2019). Es la portada en tono oscuro verduzco que representa a este libro de cuentos, en total 15, entre relatos y microcuentos. Desde ya tal portada preanuncia lo que se leerá: cuentos relacionados con el fin de las cosas, con la muerte.

No es la misma Muerte la representada, sino el sentido que puede tener cuando se le tiene cerca, o cuando parece que se le percibe. Y no es que el libro de Maenza sea una declaración sobre la Muerte, sino que el tono que trasunta sus cuentos es el de los de una especie de terror latente, uno que está en suspenso. No es el terror gótico, tampoco el terror a secas; es la sensación de terror que transmite cuando leemos los cuentos de Maenza, haciéndonos trajinar los territorios de lo fantástico, lo psicológico, lo policial e incluso la ciencia ficción.

Maenza parece tomar como punto de partida, como referente, el estilo o los aires de Jorge Luis Borges, incluso los de Ítalo Calvino. Sus cuentos transmiten ideas metafísicas, juegan con el tiempo y el espacio; tratan de hacer trascendente lo mínimo, la misma nada. Nos deslocalizan, nos ponen en territorios distintos, nos proponen miradas de seres solitarios o de seres humanos que deben enfrentar destinos, aunque sus misiones no sean las heroicas, sino tan solo rozar con los aires más oscuros que pueden romper con cualquier espíritu.

Y es ahí donde el título del libro cobra fuerza: son Identidades. Esta palabra tiene un sentido dual según la RAE –ver acepción 3: “Conciencia que una persona o colectividad tiene de ser ella misma y distinta a las demás”–: es decir, nos hace conscientes de nuestra diferencia, pero a la vez también de la similitud. ¿Somos seres únicos, o acaso, seres que aun cuando nos proclamemos singulares, somos algo iguales a los seres humanos? La pregunta puede ser redundante, pero es cierta: la identidad es lo que tenemos nosotros, pero con relación a otros; lo que nos puede diferenciar a la par nos une. ¿Y qué es lo que nos une y contrasta?

Identidades parece responder a la pregunta: nos une nuestra condición de seres mortales; lo que diferencia es cómo cada cual llega a abrazar ese destino ligado a lo mortal. El libro, en este marco, tiene una serie de cuentos, unos potentes porque quieren plantear ideas filosóficas, frente a otros que muestran situaciones. Voy a escoger algunos de los cuentos más sugerentes del libro de Maenza.

Soñar para muchos puede ser el signo del descanso. Para Maenza, es el momento del encuentro con los terrores internos, con los monstruos míticos que pueblan el inconsciente. Así, la pregunta en el cuento “Ensoñaciones” es saber quién sueña a quién, o de lo que se sueña, qué es lo que corresponde al sueño del monstruo interior, una especie de Minotauro en el laberinto de nuestro ser. De pronto el cuento se torna apocalíptico, donde el mundo interior, ese que se imagina en los sueños, está destruido, es el conjunto de ruinas que aún no se han abandonado –¿hay algo de la película Inception de Christopher Nolan?– El hecho es que en dicho cuento fantástico la muerte se presenta como un recurrente recuerdo anclado desde cuando se nace. Maenza lo intuye. Una variante del cuento del sueño está en otro: “El poder de la única reflexión”, acerca de un campesino que entra en un dilema, digamos existencial, al pensar que uno es soñado por alguien más y luego, la misma idea de pensar lleva a descubrir que ya se ha vivido y que uno no ha sido consciente de esta condición. El pensamiento se torna en una especie de monstruo, una voz interior que acomete.

Ahora bien, si el monstruo se mimetiza en el sueño con una figura mítica, o es una voz racional que invoca, hay otros monstruos. En “Los monstruos interiores (o fábula en un acto)”, narrado en estilo teatral, un asesino enfrenta a la culpa, pero también a la propia Muerte que le niega la posibilidad de morir. Semejante al anterior cuento, aunque ya no es el sueño sino la realidad misma que acomete al asesino, como si en ella también existiese el debate, la tensión entre la vida y la muerte, su dilema, el de morir no es posible porque por haber arrebatado el poder de la muerte a la Muerte, su condena está en sus propias manos. Una identidad está en el propio terror de lo que guarda el inconsciente, que se trasunta en el sueño o el pensamiento de lo trascendente, y otro es el conocer el precio de la condena por mano propia porque lo que identifica, la Vida y la Muerte están del lado opuesto. Maenza, entonces, propone mirar la identidad como un juego de espejos.

Tal juego lo traslada a un cuento de ciencia ficción. “Robohumanos” es sobre unos seres perfeccionados, mezcla tecno-orgánica, más allá de los ciborgs. Se habla de una quinta guerra mundial en el 2670 cuando los robohumanos, creados en laboratorios de un “pequeño país sudamericano”, según el narrador, intentan reemplazar a los humanos –que además se han envejecido–. Cuando los robohumanos se han multiplicado, intentan ahora apoderarse del mundo. La fábula de unos humanos perfectos, traspasados por la tecnología, es el temor del futuro. Vendrían a ser los nuevos monstruos del futuro: la identidad es apropiada, por experimento por estos seres producto de la tecnociencia, acaso como queriendo traspasar a lo humano, en su debilidad. El problema es que las nuevas identidades superarían a sus creadores, al punto de aniquilarlos.

Y ¿qué pasaría si la identidad aniquila? Podría decirse que ello se percibe en el cuento “Caminata nocturna”, sobre una mujer espectro. Y nótese que es un espectro, es decir, una imagen, algo que se cree se mira, hecho que conecta directa y etimológicamente, con el espejo, artificio que sirve para mirar la apariencia de uno mismo. En el cuento, la paradoja está en que el monstruo nocturno, antes una voluptuosa y seductora mujer, acompaña ahora a quienes caminan en lo liminal. La caminata nocturna es eso: una caminata por el límite de la vida y la muerte, solo que, en este caso, un espectro es el que obra, es el que roba el aliento de vida y suministra, como si fuera su mandato, eso que la Muerte concretaba.

Y finalmente, “El ávaro”, otro cuento fantástico y de terror que, en cierta medida tiene algo de ciencia ficción. Un hombre pretende instaurar su utopía en una isla, pero como es dueño de su propia identidad, es decir, de su propio destino, construye a la mujer ideal –acaso una reminiscencia del mito de Pigmalión–, a la que pretende darle vida con solo su semen. Es interesante el dislocamiento de la idea de espejo en este cuento, porque si en la vida real, la pareja puede ser el otro lado del espejo, en este, el sujeto, la nueva entidad, es idealizada, pero no tiene vida; es una muñeca. La utopía de un mundo perfecto no es posible si no hay semejantes. El personaje lo niega, porque es autosuficiente. Y porque lo niega, abraza a la Muerte, otra identidad.

Como se percibe, Identidades tiene cuentos que descuellan por las preguntas y las sugerentes ideas que trasuntan. De ahí la portada que ya encierra simbólicamente lo que se leerá. Quizá habría que hacer un trabajo de edición al encontrarse ciertos gazapos. Ello no impide enfrentar las cuestiones filosóficas que Maenza intuye y sugiere.

 

 


Iván Fernando Rodrigo Mendizábal. Doctor en Literatura Latinoamericana por la Universidad Andina Simón Bolívar – Ecuador. Magíster en Estudios de la Cultura por la Universidad Andina Simón Bolívar – Ecuador. Licenciado en Ciencias de la Comunicación Social por la Universidad Católica Boliviana San Pablo. Profesor invitado de la Universidad Andina Simón Bolívar – Ecuador. Autor (entre otros) de: Análisis del discurso social y político (junto con Teun van Dijk), Cartografías de la comunicación (2002) y Máquinas de pensar: videojuegos, representaciones y simulaciones del poder (2004), Imaginando a Verne (2018), Imágenes de nómadas transnacionales: análisis crítico del discurso del cine ecuatoriano (2018) e Imaginaciones científico-tecnológico letradas (2019).

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