Por Leonardo Wild
(Colaboración especial para Máquina Combinatoria)

Tal vez nos imaginamos a Daniel Defoe, autor de la famosísima novela Robinson Crusoe (1719), sentado en una mesa de pino mal pulida, un tintero en la esquina derecha y un pilo de papel en el extremo izquierdo. Una vela gruesa, retorcida, ilumina su mano de dedos finos que sostienen la pluma cuya punta cruje sobre la hoja blancuzca. Las palabras escritas demoran en secarse.
¿Estará creando otra de sus novelas que lo llevarán a la fama? ¿Las aventuras del capitán Singleton (1720), acaso? ¿O tal vez Moll Flanders (1722)?
No, por la manera como hunde pensativo la pluma en el tintero, podría muy bien ser El diario del año de la peste (1722). Pues, si estuviese escribiendo Coronel Jack (1722), sus gestos serían más decididos, tendrían mayor energía; hasta la tinta salpicaría dejando gotas negras sobre la mesa.
De comerciante a periodista y luego a espía
Nacido en Londres en 1660, Daniel Defoe fue educado para el ministerio eclesiástico. Posiblemente el padre de Defoe quiso un futuro seguro para su hijo, algo más prestigioso que su trabajo como comerciante de velas.
Pero Daniel mostró ya en ese entonces que tenía ideas propias. Dejó su educación formal para convertirse en comerciante mayorista de medias, y en fabricante de azulejos.
Pero quebró.
No obstante, con la tenacidad de los héroes sobre los cuales escribiría más tarde —gente que tenía que vérselas con las circunstancias, víctimas indefensas y solitarias sometidas a las más insólitas desventuras—, tentó su suerte otra vez y se dedicó al seguro marítimo, y al comercio de lanas, de otras y de lienzos.
Pero volvió a zozobrar. Esto lo llevó a dedicarse a trabajar como periodista, oficio con el cual tuvo un mayor éxito.
Gracias a los conocimientos que había adquirido sobre economía, escribió sobre este tema, lo que le ayudó a entablar una amistad con Guillermo III y lo condujo a escribir libelos.
Pero en 1703, luego de publicar una sátira contra la tiranía de High Church, fue sentenciado. Mas un tal Robert Harley, hombre de influencia, logró intervenir y evitar que Defoe cumpla su sentencia.
Daniel le devolvió el favor y se convirtió en espía de Harley y en confidente suyo. Entre 1704 y 1713 estuvo colaborando con el Review, donde empezó a sacar a la luz sus ideas sobre las ciencias económicas y políticas.
Escribiendo bajo varios seudónimos
Para evitar represalias tanto por parte de la Iglesia como por parte del gobierno inglés —ya que la censura en esa época era bastante marcada—, Defoe se vio obligado a utilizar seudónimos para sus obras más críticas, pues la naturaleza de sus escritos era casi siempre controversial.
John Robert Moore, un profesor norteamericano, comprobó en 1932 que Daniel Defoe había escrito mucho más de lo que se creía hasta la fecha. Analizando los textos de varios autores, entre ellos los del Capitán Charles Johnson, de H.F., de Andrew Moreton, y del Capitán George Roberts, reparó en una similitud y en un uso del idioma que fueron la clave para desenmascarar a Defoe.
El total de los títulos escritos por Daniel bajo varios nombres es, según los cálculos de John Robert Moore, cercano a los doscientos cincuenta.
La famosa obra del Capitán Charles Johnson, por ejemplo, A General History of the Robberies and Murders of the Most Notorius Pyrates (Historia general de los robos y asesinatos de los piratas más notorios), publicada el 14 de mayo de 1724 y que por más de doscientos años fue acogida con gran interés y como la mejor y más completa crónica de piratería de aquellos tiempos, fue escrita por Daniel Defoe.
Cuando murió la Reina de Inglaterra y luego de caer su amigo y mentor Robert Harley, Defoe comenzó a escribir en favor de los ministros que desplegaban su poder, lo que lo llevó a actuar como doble agente para el Gobierno, escribiendo en el Weekly Journal jacobista.
Ficción, reflejo de una vida
Las obras de Defoe tenían como características especiales un idioma directo, claro, pero a la vez lleno de reflexiones morales y un uso sistemático de la ironía y del humor. Sus personajes, ya sean de origen aristocrático o simples vagabundos o criminales, eran invariablemente sencillos y asequibles al lector y casi siempre acababan en situaciones que los convertían en seres indefensos y solitarios pero capaces de salir de sus situaciones precarias gracias al ingenio, la astucia y el uso de la razón.
Esto demuestra en gran parte la clase de vida que llevó Defoe, lo cercano que estaba con este tipo de individuo, y no es de sorprenderse, pues fue encarcelado varias veces a causa de sus polémicos escritos.
Otras de sus obras de ficción y entre las más logradas están: Roxanna, Las memorias de un caballero y las Aventuras del capitán Carleton.
Pero Robinson Crusoe continúa siendo la más famosa, y entre las más importantes de la literatura inglesa.
Hoy tal vez pensemos que las aventuras de Robinson son pura fantasía, pero no está por menos recordar que en la época de Defoe (1660-1731), los naufragios y las islas solitarias eran parte del mundo cotidiano.
Leonardo Wild. Escritor ecuatoriano-norteamericano. Estudió en Lord Fairfax y Nova College, Virginia. Escribe ciencia ficción desde 1996. La primera fue escrita en alemán, Unemotion (1996) la cual fue recientemente publicada en español bajo el título de Yo artificial (2014). Entre sus obras se tiene: Oro en la selva (1996); el ensayo: Ecología al rojo vivo (1997); Orquídea negra o el factor vida (1999); Cotopaxi, alerta roja (2006). Más recientemente ha publicado una reedición de su novela El caso de los muertos de risa (2019).