Francisco Domínguez
En el andén alguien espera con un paraguas. Observa el paso de los automóviles, generando la ilusión de una cadena de montaje sin comienzo ni fin. Algunas gotas de agua caen sobre el asfalto. Alguien abre el paraguas, alguien piensa en la lluvia como un suicidio masivo. Gira su rostro hacia ambos lados, es el único que aún espera. Siente un poco de temor por aquella mezcla de soledad y fragilidad. Se disgusta consigo, por aquel tiempo extra de trabajo.
Un joven camina perturbado, su cuerpo se mueve espasmódicamente, su mente se hunde en un profundo pozo. Algunos golpecitos en su rostro unen aquello que estaba dividido. El joven se cubre con su capucha para protegerse de la lluvia. Introduce las manos en los bolsillos. Se detiene. Mira al frente. Alguien con paraguas espera junto al semáforo. Las piernas del joven de la capucha tiemblan; una de sus manos juguetea con aquello que ha encontrado en el bolsillo.
Alguien con paraguas espera bajo la lluvia. Lo que fue una interminable fila de autos, ahora es una aparición intermitente de luciérnagas. Su mente hace un recuento del día para pasar el rato, planea tomar chocolate caliente y acostarse en compañía de un buen libro y su pareja. Algo interrumpe sus planes y le permiten constatar parcialmente su hipótesis, no está solo, pero si es frágil.
El joven de capucha se acerca al hombre del paraguas. A menos de un metro aprieta el objeto que tiene en uno de sus bolsillos; duda e intenta contener el temblor de sus piernas. Toma aire, saca el objeto del bolsillo y lo sumerge levemente en el abdomen de alguien que esperaba bajo la lluvia.
Alguien intenta balbucear algunas palabras, pero su boca no puede articular sonido alguno, todos sus sentidos están concentrados en digerir el suceso. Los suicidios masivos disminuyen, las luciérnagas ya no se divisan. Alguien siente un intruso invadiéndole el cuerpo, algo extraño sucede en su interior, sus extremidades de momento no responden, el paraguas cae.
El joven de capucha siente mucho frío. ¡Pero, una de sus manos está cálida! Ese calor le reconforta del frío. Siente un gran peso, intenta retomar el control perdido. Aquella mano cálida también esta viscosa, da algunos pasos hacia atrás. Ve un paraguas en el suelo, voltea y cruza la calle corriendo.
En el cristal de una ventana abierta se escuchan algunos golpecillos repetidamente. Alguien se acerca y mira la calle bañada por la lluvia: desde aquel tercer piso logra divisar cómo alguien abre un paraguas y espera cerca del semáforo. También ve a un joven ajustándose la capucha a unos cuantos metros de distancia. Sabe muy bien cuál es la función próxima por empezar; ha asistido a ella en varias ocasiones. En esta ocasión no se le antoja ser un espectador más, cierra la ventana y se aleja.
Transeúntes (foto: https://pxhere.com/en/photo/606167)