Por Alexis Cuzme
(Colaboración especial para Máquina Combinatoria)
Ella miró desde el filo del balcón y pensó en lanzarse y convertirse en pájaro y con ello acabar con las voces que cada noche intentaba apagar antes de derrumbarse en cualquier lugar junto al cuerpo de turno.
Mientras, la ciudad se resumía en una acelerada urbe saturada de luces y bulla, un escenario soñado para que un pájaro sin alas yazca sobre el asfalto. Un pájaro deshidratado de alcohol e historias turbulentas. Un pájaro que la noche ignoraría para siempre.
Ella, que después de las oraciones y súplicas reconoció lo absurdo de contemplar al vacío y añorar la extinción del fuego y su algarabía desenfrenada. Porque el vacío. Porque la balada sin fin. Porque la carroña mutaba en rostros nuevos cada vez. Porque tras la puerta un desprendimiento corporal era la norma.
Ella probó cada bocado envenenado de la vida. Disfrutó-lloró-extrañó-sonrió ante el suplicio: costra para recordase en las escenas disparatadas que los centímetros y los fluidos le habían heredado.
Principio y fin de la redención
En ¡Carajo! (El Quirófano, 2020) de Tatiana Mendoza (Manta, 1988), la voz poética, a pesar de toda forma desinhibida y desbocada, lo que denota en un recorrido desenfadado, es una apaciguada auto purificación; una inmolación sin vergüenza, real en sus formas tradicionales y creíble desde su testimonio.
Una voz poética enojada con el espacio, con los territorios recorridos, que rememora a fantasmas que poseyó y la poseyeron; cansada del ritmo, de lo estático y rutinario de la pasión.
Una voz que exclama: “Todos los hombres / expulsan mis entrañas” (p.15), pero que vuelve al círculo como un recurso para sostener el latido de la experiencia, la mirada desde el vacío propio y ajeno; vacío que los cuerpos, siluetas y fluidos no han podido llenar. Porque desde ahí, en ese ayer pantanoso: “Mastiqué la lujuria y dios me engañó cuando mi vagina la repartió entre seres que adoraban la monotonía (…)” (p.18).
Mala época para el amor
En ¡Carajo! el amor se muestra en su peor racha: apareciendo y desapareciendo en cuerpos reemplazables. Sudores, manchas, exploraciones, aberturas, fluidos como elementos del paisaje que la voz poética va acentuando en su recorrido de caos, uno que ha asumido con masoquismo y mofa.
Así, el amor es ese algo reposado al que se contempla con suspicacia, porque “Uno regresa a sus antiguos vicios / Al miedo cojudo de perder / Coger con amor” (p.63) dice la voz poética. Pero antes va construyendo un retrato que se mira con desdén: “Años y jugué al tetris matrimonial porque hay que suicidarse con estilo” (p.35). También: “Cuando se es una puta / De las que no cobran / vendes el alma / a la monogamia” (p.42). O cuando los fantasmas “Huelen a rutina monógama” (p.51). Un manifiesto para reafirmar que el amor, como ese algo aburrido, es un mal recuerdo.
Pájaros sin emprender el vuelo
Ella miró, como otras, desde distintos balcones emprendían el vuelo, las vio desplegar sus brazos y caer en picada; cientos de cuerpos huyendo de sí mismos, cuerpos para adornar los espacios de una ciudad que no las extrañaría.
Ella, la voz poética de ¡Carajo!, el personaje anónimo que recorre habitaciones y cuerpos; que mantuvo la pausa en la monotonía y la monogamia; la que ha compilado los mejores y peores momentos para etiquetar y descartar fluidos y con ello rostros y cuerpos de una colección fugaz.
Ella, que al igual que Jenny de Forest Goump, cansada después del recorrido se aleja del balcón para decirse que “Hay una mujer encerrada en el ruido que es vivir con los pájaros adentro” (p.88), una bulla para sí misma, un aleteo abrupto para mantenerse atenta, siempre atenta.
Alexis Cuzme (Manta, Ecuador, 1980) Escribe y colabora con publicaciones periódicas, ecuatorianas y del extranjero, en temas relacionados a cine, teatro, música, literatura y edición. Co creador y editor del sello independiente Tinta Ácida. Su libro más reciente se titula Phil Anselmo piensa en su yugular (Pirata cartonera, 2018). http://alexis-cuzme.blogspot.com/
Revista Máquina combinatoria 