Ruptura y caos de la familia | Alexis Cuzme

Por Alexis Cuzme

(Colaboración especial para Máquina Combinatoria)

 

Uno. Familia y ruptura

“Marcharse es lo más fácil. Si lo piensas bien, solo es tener un poco de coraje y amor propio para irse de un sitio donde uno ya no quiere estar. Volver, volver es lo más complicado” (p. 65), argumenta el papá de Victoria, quien rinde cuenta a su hija tras su ausencia.

Este es el leitmotiv de Pilares de la noche vana (Casa de Cultura Benjamín Carrión Núcleo de Loja, 2020) de Jeovanny Benavides, la historia de una hija que ha perdido a su madre por el cáncer y que debe enfrentar el regreso de su padre, tras un aparente abandono, junto a su nueva esposa e hija.

En este drama Victoria, la protagonista, no solo debe lidiar con la ausencia de una madre que ha sido amiga y confidente, sino con un padre al que guarda resentimiento, una palabra honda en su significado de odio.

Pero este odio, con el pasar del tiempo, se irá transformando en compasión al ir enterándose de hechos que muestran la otra cara de la relación de sus padres.

Y sí, Pilares de la noche vana, es una obra cuyo centro es la familia y la ruptura, la soledad en su más amplia exposición, donde sus personajes no hacen más que intentar aferrarse a los otros como salvación, ante el fracaso de su individualismo; esos otros materializados en amantes y amigos.

 

Dos. Espacio y ciudad

La relación de Victoria con las ciudades donde vive y la acogen es honda y estremecedora, detallista en su descripción, intrínseca en su nexo. Quizás por eso le cuesta al principio despegarse de la ciudad que la vio nacer y crecer (La Plata), donde vivió sus mejores momentos; la misma ciudad donde un día se quedó sin padre; donde después sepultó a su madre. Esa ciudad envolvente y también oscura, de lamentos y secretos que hubiera preferido no saber.

Así, la relación del personaje protagonista y su ciudad, es de amor y odio. La urbe, su barrio, sus lugares, todos marcados por el recuerdo de mejores años donde se contemplaba niña y la felicidad era el conjunto de su familia. Por eso la ciudad y sus recovecos le van diciendo cosas, le va mostrando escenas donde ella niña siempre sonreía.

Esta misma relación la tiene con su hogar, el refugio donde encontró el amor de su madre y padre, donde su padre un día las abandonó, donde su madre murió tras luchar contra el cáncer. Un espacio atiborrado de recuerdos. De paredes y detalles que han construido una idea de felicidad.

Por eso cuando, casi al final de la novela, decide sacrificar su espacio por una causa ineludible, afirma: “Vender la casa en que has pasado tu infancia debe ser lo más parecido a matar a un ser humano” (p. 193). Pero en medio de este vacío sonríe, porque no está sola y esa era la primera barrera por franquear.

 

Tres. Erotismo y sexualidad

En esta novela hay sexo, desenfrenado y al límite, sexo sin pudor, porque el cuerpo en estas faenas se vuelve salvaje y primitivo; sexo sin amor, porque ante el deseo a veces lo afectivo no es determinante. Así lo piensa Victoria, a quien las relaciones le estorban; y para quien es más importante el calor de otro cuerpo por instantes, sin llegar a la rutina del día a día.

Pero el erotismo no solo se encuentra en Victoria, también se aprecia en Marcela, primero amante, luego esposa y finalmente ex esposa de su padre, una abogada que desborda sensualidad y la que encuentra placer también en otros, a pesar del matrimonio. Natalia, la amiga prepaga de Victoria y a quien se encomienda la tarea de lidiar contra la depresión de su padre tras su divorcio.

Una búsqueda constante de otro cuerpo para apaciguar una necesidad natural. Sexo para encontrar la calma, sexo para sobrevivir laboralmente, sexo para medir el ritmo nocturno de las ciudades. Porque una ciudad sin oferta sexual deja de latir, se vuelve a penas un espacio donde comer, pasear, sonreír y dormir.

 

Cuatro. Violencia

Novela de crecimiento, de purga para ir dejando un pasado cada vez alimentado por la desgracia. Novela para dejar atrás a los muertos: una madre latiendo a través de los recuerdos de una casa; un amante de ocasión que no aceptó el rechazo y el que yace como estampa funesta botado en medio de una sala. Todos ellos fantasmas que persisten en pesadillas.

Pero el papá de Victoria también es un fantasma que atraviesa la novela. Sin nombre, siendo la verdadera víctima de toda la historia: primero encarcelado por su esposa con falsos cargos de violencia conyugal; siendo agredido sexualmente como presidiario; luego libre engañado por su segunda esposa; y, finalmente asumiendo el asesinato accidental que su hija comete. Toda una cadena de hechos violentos que asume con resignación, como un fantasma que pena por distintos estados. Aferrado a días mejores.

Así, este padre-espectro, es el verdadero protagonista de Pilares de la noche vana de Jeovanny Benavides (Portoviejo, 1981). Una novela de ritmo ágil y punzante; violenta por momentos, erótica en su recorrido de redención y toda ella librándose, a cada paso, del caos acometido.

 


Alexis Cuzme (Manta, Ecuador, 1980). Escribe y colabora con publicaciones periódicas, ecuatorianas y del extranjero, en temas relacionados a cine, teatro, música, literatura y edición. Fue creador y editor, por quince años, del fanzine metal literario Marfuz. Cocreador y editor del sello independiente Tinta Ácida. Sus más recientes publicaciones son Moshpit (ensayo, 2013), La ruina del vientre sacudido (poesía, 2017) y Phil Anselmo piensa en su yugular (poesía, 2018). http://alexis-cuzme.blogspot.com/

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