Por Sergio Rodrigo Vaca
(Colaboración especial para Máquina Combinatoria)
Es el Medio Oeste, el sentimiento se avecina a lo lejos, cabalgo en mi caballo lunar, rodeo bosques de navegación, —todos los pájaros están locos de esperar esperan la lluvia torrencial del invierno. El amanecer disuelto se acerca, la soledad explora cada vez más sus instintos —algunos humanos, otros insanos el cielo de fuego se eterniza, aquellas sombras de piedad aquellas formas intracelulares —acá no hay humanos, ni seres apoptósicos acá la vida se entretiene explorando el inframundo. Acá los desfallecidos visten con botas de terciopelo azul, duermen dentro de naves de cristal polarizado, los videntes han perdido sus ojos, no saben como llegar al inicio de la primavera, —la muerte acá no llega ni en bicicleta acá no existe el deceso o la autoflagelación —pintemos el vacío con la sangre del polvo acá los forasteros llegan desesperados de melancolía. No hay recompensas hábiles ni caza recompensas de la roja muerte, no hay deseos vertidos de discordia, —si pudiera escapar, no lo haría es el verano del 68 y la calavera hace una conspiración —¿cómo te sientes al abrir al escuchar las trompetas? saber acariciar el suelo provisional de los desmantelados, la visión es inerte a la capa de ambivalencia, por tan solo un día cantar hasta el fin de los tiempos, bailemos esta serenata con el espíritu de la crucifixión, altas esperanzas salen de las fuentes del silencio, la promesa del mañana vendrá pronto. Mientras tanto el hechizo se conjura, los majestuosos rezagos de un imperio que creció con los dioses, la división de la campana se hace presente, me conjuro como el ángel caído de la avalancha que persiste, detrás de mí yacen las memorias del gallo de fuego, quien se sacrificó ante el más grande apocalipsis, —pinto la máscara del sagrado imperio del espacio ahora soy el desierto de la tormenta psiónica oscura.

Foto portada tomada de: https://bit.ly/3MFj42x