Para convertir a alguien en lector, no le des un libro: dale un cómic | Iván Lasso

Iván Lasso

[Colaboración especial para Máquina Combinatoria]

 

Vamos a llamarle Juan. Tiene 8 años y le gusta leer cómics. Son historias sencillas, mayoritariamente de humor y que le entretienen mucho. Pero tienen un problema: le duran poco y no son baratas. Es por ello que Juan empieza a leer libros. Y aunque al principio tiene que hacer el esfuerzo de poner las imágenes, él mismo, en su cabeza, descubre que existen otras muchas historias igual de entretenidas que las de los cómics y que también le duran más.

Dos años después, Juan descubre los superhéroes. Las historias son deslumbrantes y, quizá por eso, no solamente es que le duren poco, sino que le saben a poco. Pronto vuelve a mirar de nuevo a los libros, pero ahora mira a otros que tienen la letra más pequeña y son más largos. Antes, no se sentía capaz de leerlos. Ahora, sí.

El tiempo sigue pasando y Juan crece. Pasa la pubertad, la adolescencia y llega a la edad adulta. Cuando termina sus estudios y encuentra su primer trabajo, no solo gasta una parte de su sueldo en cómics, sino también en libros. De hecho, no puede pasar sin tener siempre un libro que leer. Aquel lector de cómics es ahora un ávido lector de literatura.

De donde vengo, esta es una experiencia bastante común. Hay mucha gente de mi edad (los 40 ya no los cumplo) que podría decir, con matices, que la que acabo de describir también fue la suya. Y si se les pregunta si creen que gracias a los cómics se convirtieron en lectores de libros, estoy seguro de que la gran mayoría diría sin dudar que fue así.

El cómic es una puerta de entrada a la literatura tanto para pequeños como para grandes. Es un formato muy atractivo para transmitir información por varios factores. Por un lado, tenemos que, debido a su lógica interna, divide la información en pequeños trozos. Esto, unido al uso de imágenes que refuerzan y amplían dicha información, hace que se asimile con menor esfuerzo lo que se está contando. De esta forma, el formato consigue despertar el interés de cualquiera que se acerque a él y caiga en la «trampa» que le tiende este medio: preparar al lector para un desafío intelectual superior como es la literatura.

¿Cómo lo hace? Es simple. La literatura demanda abstracción, una actividad intelectual que puede suponer un gran esfuerzo para aquellos que no están habituados a realizarla. A partir de un grupo de palabras, el lector debe recrear en su cabeza todo tipo de estímulos sensoriales. Esto puede cansar y desanimar al lector incipiente.

Sin embargo, la «trampa» del cómic es que habitúa al lector a hacer este ejercicio mental de manera inadvertida. El cómic no es pasivo: demanda la intervención del lector para recrear los sonidos, el movimiento y el paso del tiempo en su cabeza. Pero lo hace partiendo de un «ancla» muy relevante para el ser humano, aquello que es nuestro recurso de información más importante: la imagen. Mediante el uso de sus propios códigos gráficos, el cómic facilita la recreación mental de información y estímulos sensoriales, y el lector, una vez habituado a la misma, se encuentra más predispuesto a enfrentar el reto mayor que representa la literatura.

Como sociedad, estamos necesitados de promocionar e incentivar la lectura. Solo así podremos contar con ciudadanos que posean las herramientas necesarias para enfrentar los desafíos de nuestra época. Para conseguirlo, el cómic resulta una herramienta de gran utilidad. Por ello, la próxima vez que quieras convertir en lector a un niño, joven o adulto reacio a serlo, regálale un cómic en lugar de un libro. Le allanarás el camino que tiene por delante e incrementarás las posibilidades de que tarde o temprano se convierta en un lector voraz.

 

 


 Cómics (foto: https://pxhere.com/en/photo/1063274)

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