Por Ximena Pesántez
(Colaboración especial para Máquina Combinatoria)
En él me albergo en él me cobijo en él me guardo en él desaparezco informe entre mis sueños. La puerta se cierra… me sostengo en mi intimidad mis secretos se cuelan fluyen por mis oídos para sumergirse en el abundoso mar de mi conciencia aleteando —siempre aleteando— en la imperecedera danza de mi ser oculto de aquél que a veces se desborda en primaveras alegres y coloridas y otras, en inviernos oscuros, tristes y carentes de matices. La ventana se cierra y la cortina cae… me invade abrazándome una soledad de dos rostros uno dulce y apacible, sumido en una constante reflexión edificante y sanadora otro amargo, epiléptico, sumido en los acantilados de un miedo paralizante destructivo e hiriente. En el lecho una cobija me cubre… me adentro y me refugio en un dulce símil de la muerte un sutil halo de mi conciencia se libera y diseña cosas y hace trazos y elabora formas correctos para ella la mayor parte de las veces ininteligibles para mí. Secretos para mis secretos Hambre de intimidad y de sosiego. Paz aparente en la que continúa trabajando la mente sin cesar laboriosa esculpiéndolo todo cincelándolo todo en un espacio libre de espacio en una forma libre de formas. El closet se cierra… esconde toda mi veste y mi calzado todo aquello que me cubre y no me permite estar desnuda ante mí misma aquello que aun intentando realzar disimula mi ser más íntimo a los demás aquello que me recuerda que he de intimar sola con mis intimidades cuando susurran desde las profundidades de mi mente y de mi corazón todos mis secretos desde los más funestos hasta los más puros en tanto un complicado bordado yace guardado en la penumbra. Se perfila la mesa de noche… sustenta un reloj que calmo habla con un constante latir de agujas apuntando a un desfile de números pretendiendo materializar algo que -cerca del silencio- nos sugiere un indefinido transcurrir en la transformación perenne de las cosas. El piso dibuja su dorso llano… dueño de mis pasos me sostiene y hace posible que deambule por esos rincones internos aquéllos que quizás conozco más que otros pero que a veces me resultan espejismos de una realidad asaz ignota e impredecible. El techo atisba con su rostro pálido… me cubre con sus ojos fulgurantes que acechan cual estrellas hurgando tras un firmamento albo de espuma y de leche ojos que se apagan de súbito al caer los párpados del sueño y al arribar los clamores del día en el intermedio… una pausa y reina el silencio inmerso en las aguas profundas de recónditos lares. Las paredes asoman con su pecho también pálido… se siluetean a sí mismas con su resquebrajada blancura sostenes de mis espacios me hablan de límites de fronteras de linderos de trazos al confinamiento de mi intimidad me hablan de pilares en los que me apoyo en mi misma sumergida escuchando, escuchándome estudiando, estudiándome callando, callando. Intrusa se cuela una mesa de escritorio… carga sobre su lomo de madera libros y más libros seres que dialogan por el verbo escrito con bocas de tinta y rostro de papel seres que levantan su voz para que la mente urge en ellos y se insufle de sapiencia sobrevolando las huellas del conocimiento y llegue al corazón y se apodere de él y lo erupcione en las dagas lumínicas del benevolente crecimiento espiritual. La ventana se abre… la cortina se levanta… ¡la puerta se abre! Dejo mi cuarto abandono sus límites meciéndome por momentos –horas quizás- en las alas de la interacción me apresto a mirar las cosas a oír las voces a sentir los pasos a cruzar miradas a oler, a saborear, a tocar… todos mis sentidos despiertan y mi mente se apresta a observar y absorber vivencias propias y ajenas (Las cosas suceden a veces de forma inesperada) El silencio y la introspección seden y se ocultan tras el umbral de mi cuarto… Ese, ese cuarto que siempre me espera… mi lugar de análisis mi lugar de reflexión mi lugar íntimo mi lugar de los secretos no compartidos. El lugar donde mi ser se encuentra con mi ser porque es el enigmático reflejo de mí misma. Ese cuarto sede por momentos a la interacción pero siempre vuelvo a él como vuelvo a mí misma ondeando la bandera de la intimidad joya preciada y huella indeleble.
Ximena Pesántez. Popayán 1961. Psicóloga Laboral, poeta y mentor de poesía en inglés. Premio “Maruja Escobar” otorgado por la Asociación de Ecuatorianos Residentes en México en 1994, con el poema “Manto Quiteño”. Premio Nacional de poesía “Cesar Dávila Andrade” otorgado por el Centro Cultural Palacio del Poeta en 2019, con el poemario Desde el Balcón de las Palabras. Primera Mención al Mérito Poético otorgado por el Centro Internacional de Estudios Poéticos en 1919, con los poemas “Mis Claveles Iracundos” y “Ecuación”. Publicaciones: Partners in Rhyme: An Anthology of Contemporary Poetry (Varios autores, 2016) y Desde el Balcón de las Palabras (2018). Desde el 2017 socia activa del Ateneo Ecuatoriano, entidad dedicada a la difusión del Arte y la Ciencia. Desde el 2019 miembro de la Sociedad Ecuatoriana de Escritores, entidad dedicada a la difusión de obras literarias. Cursos de poesía en inglés: “Modern and Contemporary American Poetry” (2014 y 2016) y “Sharpened Visions: A poetry Workshop” (2016). En este último, invitada a ejercer como mentor, actividad ejercida desde el 2017. E-mail: luxpe61@gmail.com

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