Por Euge Saltos Ponce
(Colaboración especial para Máquina Combinatoria)
Agosto se ha marchado llevándose una parte de mí que daba por eterna, me ha dejado fragmentado, herido, me ha atacado por la espalda mientras dormía, se ha marchado de manera cobarde con ella. El resto de meses me engañan a través de mis propios sueños, me atraen con el sonido de su voz, me envuelven con la fuerza de sus abrazos, me ilusionan con la castidad de sus besos. El resto de meses juegan a ser mezquinos conmigo, juegan a envolverme en fantasía, juegan a levantarme tan alto casi cerca del cielo para luego soltarme. Por una caprichosa necesidad interna de compañía, le he hablado al tordo negro que llega a mi ventana cada tarde, le he contado que agosto la ha obligado a irse, la ha forzado a abandonarme, le he contado a aquel tordo negro, que estoy completamente solo y necesitado de compañía. La suave brisa de fines de abril es más amable conmigo, me envía sus palabras de aliento a través de las hojas de los árboles mientras yo caigo dormido en un sueño sin sueños, me sostiene lo suficientemente fuerte cuando lloro y me abraza cuando venzo a mis propias pesadillas. Lo que era, lo que quiero volver a ser, resulta quimérico reconstruirlo, y no sé levantarme de la cama sin sentirme un impostor.
Euge Saltos Ponce (Manta-Ecuador) es un terrícola como cualquier otra. Es de estatura corta y cabello rizado, usualmente si alguien le pregunta: “¿Qué está haciendo?”, suele contestar que está leyendo. Tiene el corazón un poco lleno de baches y el alma como una vieja carretera de tierra: con cien aventuras y experiencias vividas, pero con mil aventuras y experiencias por vivir.

Foto portada tomada de: https://bit.ly/3ICc194