Bésame
Por Mary Corylé
(Publicado originalmente en libro Canta la vida, Quito: Editorial Bolívar, 1932, pp. 63-69)

Bésame en la boca, tentación sangrienta que en el marfilino color de mi tez tu mirada aloca; bésala, tuya es. Toma y aprisiona mis labios, retenlos mucho, mucho tiempo dentro de tu boca y quede en la mía la huella imprecisa de tu beso eterno. Ahoga mi risa sofoca mi aliento con tu dicha loca: bésame en la boca. Bésame en la frente: mi frente es muy blanca… muy blanca… Tu beso ha de ser como un roce de alas para ese diáfano albor de mi frente. Con la dulcedumbre del despetalarse de una margarita; con la levedad de la mariposa. que besa a una rosa; con el misticismo del nardo que muere al pie del Santísimo: con esa dulzura, ese misticismo y esa levedad; piano… quedamente… bésame en la frente. Bésame en los ojos con tu mejor beso: un beso desnudo de malos antojos. Juntando tus labios ponlos en mis ojos como si posaras tu alma sobre ellos; como si besaras la imagen bendita de tu madrecita… Bésame en los ojos con tu mejor beso: mis ojos son buenos, mis ojos son tristes, mis ojos ignoran la maldad del beso; ¿qué saben mis ojos de tus sueños rojos?… Por eso: con tu mejor beso, con piedad y unción, cual si te llegaras a la Comunión; pura, santamente, sin darme sonrojos: bésame en los ojos. Bésame en los senos: armiño escondido tras la claridad. leve del vestido: inquietante dúo de rosas gemelas; dormidas palomas en un mismo nido; de esencia de vida llenecitas pomas. Mis senos… Mis senos… blancura encendida con yemas de rosas. Mis senos… ondulantes, plenos: bésame en los senos. Bésame en las manos: mis manos piadosas y caritativas; mis manos que ungieron sangrientas heridas: manos que ahondaron muchísimas vidas… Sigilosamente, mis manos tentaron esas vidas simples, diáfanas, de arroyo, y otras pecadoras de sucio torrente. Pon tu boca ardiente pon, sobre la albura sabia de mis manos, y duérmela en ella para que se torne más buena tu boca. Si vieras: cual curan mis manos la lepra deforme, las llagas más vivas de muchos Hermanos; y los dejan limpios… y los vuelven sanos… Bésame… sí… bésame… bésame en las manos. Bésame en los pies y no pienses que es un capricho mío: bésame en los pies… Ellos no han hollado huertos florecidos; no les ha lamido cariciosa el agua; sino que se han ido sangrientos, dolidos por una espinada vía de dolores. ¡Ay, cuánto han sufrido mis pequeños pies!… Sendas desoladas, arenas candentes, crispadas pendientes, estepas heladas saben de mis pies; saben de la sangre que en ellas lloraron… y de las crueldades que les lastimaron… ¡Ay cuánto han sentido cuánto…ya lo ves! Por esto, arrodíllate, bésame los pies.
Mary Corylé es el seudónimo de María Ramona Cordero y León (1894-1976), poeta, escritora y ensayista nacida en Cuenca-Ecuador. Fundó la Biblioteca Municipal y se desempeñó como profesora de literatura. Hizo labor periodística en El Día y El Mercurio. Ha publicado los libros de poesía: Canta la vida (1932); El mío romancero (1945); Romance de la florecica (1946); Romancero de Bolívar (1961); además los libros de cuentos: Mundo pequeño (1948); Gleba (1952).