Por Carlos Enrique Saldívar
(Colaboración especial para Máquina Combinatoria desde Perú)
Ninguno de mis congéneres vegetales me lo creerá. Ahora me cuesta más comunicarme con estos, y no quisiera decirles aún. Porque sé que, si lo hago, no darán crédito a mis palabras.
Pero sí, estuve ahí. Ahí mismo. No sé cómo pudo darse, mas la verdad, la gran verdad que perfuma mi organismo es que estuve allí, en un cuerpo humano, en el cuerpo de ella.
Se llama Rosa, es una mujer ardiente, lo sé, pues desde aquí escucho sus jadeos. En este rincón del piso superior se oye todo, sin embargo, ella piensa que nadie la escucha. Pero yo la oigo. Siempre la he oído. La visitan a menudo hombres guapos que siempre la colman de satisfacción. Y Rosa siempre les retribuye. Su cuerpo es algo fascinante. No niego que (y lo admito sin pena) su cuerpo me atrae, me gusta, aunque ambas seamos del mismo sexo. Quisiera ser como ella. Tristemente no lo soy. Soy demasiado flaca. Ella tiene arriba y abajo las curvas tan bien hechas que me hace sentir mal el solo verla y su rostro, su precioso rostro, hace honor a las flores que la rodean, pero no, ella no es una flor, no, no, no, no es buena, no; es hermosa, sí, pero… mis recuerdos me apabullan. Es porque ella me trata mal, a mí, y a mis hermanos y hermanas. Ayer uno de ellos murió.
Rosa no sabrá del incidente, no lo hará pronto, y cuando lo sepa, no le importará. No le interesamos. Solo le importa su libertina, aunque alegre, vida. Debería brindarnos atención. ¡Claro que debería! ROSA, ERES MALA. Pero no me interesa tu alma. Solo tu cuerpo.
Aquello debió venir en mis genes vegetales. De seguro se transmitió de las semillas madres a las semillas hijas hasta llegar a mí. Fue en un día soleado que pude dar con el secreto y logré estar ahí. ¡Sí!, dentro de ella. Estuve tres veces dentro de Rosa. La primera vez tuvo lugar cuando esta dormía. Pude ver sus sueños. Soñaba con un elegante mancebo que le daba dinero y le compraba cosas bonitas. Soñaba además que realizaba viajes a lugares extraordinarios que nunca existieron. Creo entender el sentido de ese sueño, mas no comparto la necesidad del mismo. Si yo tuviera su belleza la usaría para encontrar otras cosas más allá del tiempo y la imaginación. Ella no lo hace, es inútil, vive del dinero que le dan cuando trabaja hasta tarde y regresa de madrugada. En casa no hace nada productivo. No lee, no canta, no tiene amistades verdaderas. Solo ve televisión y a veces se dedica a maltratarnos. Tenía una mascota llamada Calo, un perrito chihuahua de gestos cansinos. Uno de sus novios se lo robó. A ella no le importó. Hace un mes se compró un periquito, pero no le dio de comer como debía y este murió a la semana. Ella es mala, simple, tonta, descuidada. No merece su rostro. No merece su figura.
Y yo estuve en ambos.
La segunda vez ocurrió cuando ella se admiraba desnuda en el espejo. Se tocó ligeramente algunas de sus bellas protuberancias, luego se probó un calzón negro que hacía juego con sus ojos y con su cabello y, ¿por qué no?, con su sucio corazón. Pude concentrar toda mi fuerza de voluntad y logré entrar en ella. Fueron solo diez segundos. Realmente era poco, pero lo que sentí dentro de mí fue un éxtasis sin igual. No pude mantener el equilibrio de mi nuevo cuerpo y caí encima de la cama. Me levanté rápidamente y me vi a mí misma en el espejo. Yo era hermosa. En aquel instante era yo, solo yo. ¿Y Rosa? ¿Dónde estaba Rosa? No lo sabía. La sensación se desvaneció rápidamente. De pronto, vi el paisaje de siempre: macetas, plantas (algunas secas), un muro gris, y, haciendo un gran esfuerzo, miré atrás de mí, atisbé un balcón, la calle, gente que vivía sus vidas sin sacar el máximo provecho de sus cuerpos, sin darse cuenta de lo hermosos que eran. Vivían como Rosa, sin importarles nada el significado de ellos mismos, pensando nada más en cosas típicas como: estudiar, trabajar, ganar dinero, hacer el mal, obtener placer muy pocas veces, sufrir la mayoría del tiempo. No tenían un segundo disponible para verse a sí mismos y darse cuenta de lo grandiosos que eran. En su exterior al menos. Pues, aunque hay muchos que también son lindos por dentro, gran parte están podridos en sus centros. Por fuera hay mucha belleza. Eso es lo que, a mí, de momento, me interesa.
En aquella ocasión Rosa gritó. Salirse de su cuerpo debió resultarle una mala experiencia. De seguro lo atribuiría después a una semana de trabajo pesado, se calmaría, se relajaría, se vestiría y, muy arreglada como siempre, se iría a laborar. Pero eso sí, estuvo muy nerviosa los días siguientes.
La tercera vez que realicé el experimento lo hice con sumo cuidado. Era lo mejor. Esperaría a que ella terminara de ducharse y luego la invadiría. Quería contemplarme a mí misma desnuda. Sabía que esta vez duraría más tiempo. Cuando ella terminó con la ducha pasó a la estancia contigua, pues su baño tenía dos áreas, y se deslizó en la bañera. Me concentré al máximo y mi energía mental se elevó a un plano nunca antes alcanzado. Imaginé que estaba dentro de ella y de pronto mi alma salió de mi ser. Abordé el cuerpo de Rosa y me hundí en el agua. Me levanté velozmente. Por un instante pensé que iba a morir ahogada. Tengo miedo del agua en exceso. Me gusta el líquido, soy sedienta, pero nunca había tenido a alrededor de mí tanta agua. No sabía cuanto demoraría el fenómeno esta vez, no obstante, debía aprovecharlo. Salí empapada y corrí al dormitorio, encendí la luz… y me vi a mí misma en el espejo. Me toqué los senos grandes, rocé mi pubis de tirillas ondeadas y me pellizqué las nalgas redondas. Sonreí y me sentí feliz. Quizá… quizá así sería yo de ahora en adelante, ¿por qué no?, Rosa no lo merecía. Yo sí. Miré por la ventana. El vecino de enfrente me estaba mirando como perro ante un hueso. Era un adolescente. Tenía un aparato entre sus manos como dos ojos largos y negros. Yo, que tenía buena vista, me asusté y me agaché. No sabía qué hacer… y de pronto… se terminó. Volví a la maceta.
A lo mismo de siempre: el muro gris, el cual rodeaba la flora que, a falta de cuidados, fallecía. Era una situación de pesadilla, la inmovilidad, la indefensión, el infierno. Ya no podía comunicarme con mis hermanas plantas de manera directa, desde ahora lo haría con un lenguaje especial, mental, que se atisbaba lejano. Era algo triste, sin embargo, tenía una fascinante oportunidad, ya no era una simple flor, ya no era un rosal, era algo más. Había estado dentro de un cuerpo humano, había logrado la gran conexión mental que mis padres me heredaron. Tal vez podría controlar la mente de Rosa, obligarla a hacer ciertas cosas. Lo intentaría, solo restaba darle tiempo para que se recuperara.
Rosa había gritado como condenada, de un salto cerró la ventana y continuó chillando histérica por mucho rato. Muy turbada, se secó, se vistió y se tumbó en la cama, decía: «No estoy loca, no estoy loca». Pero sí lo estaba. Yo la conocía y sabía que no era una persona normal. Jamás lo sería. Solo era una desquiciada como todos los que vivían cerca de ella y que salían durante la oscuridad para quebrar la calma de la noche. Claramente Rosa debía estar mal de la cabeza para actuar como lo hacía. Estoy segura de que existe mucha gente en el mundo que ama a sus plantas, que les brinda una existencia digna, que no las olvida, que no las deja perecer. Rosa es loca y mala. Creo que fue con un psiquiatra porque hizo una llamada telefónica donde le contaba a alguien lo acaecido y pedía una cita urgente. Lamentablemente no se tranquilizó al pasar los días. Una vez, cuando intenté obligarla a que nos diese agua, ella se asustó y no lo hizo. Percibió la fuerza de mi poderosa mente y gritó como nunca.
Para sorpresa mía, una noche nos dio agua. Luego cortó dos flores más que ya estaban muertas.
No quedábamos muchas, esto tenía que terminar ya. Si dependiera de mí, conseguiría salvar a las plantas moribundas y les daría una vida llena de luz y de agua. Sin embargo, no era así. Aunque… podría serlo… yo podría… ser Rosa.
¿Por qué no? Podría ser ella, podría ocupar su lugar en el mundo. Solo debía alcanzar un estado subliminal, poderoso, como el que antes algunas plantas lograron. Otras ya lo habían intentado, no era yo la primera. Esas afortunadas ahora viven en cuerpos humanos. Deseo ser humana. Quiero vivir en un cuerpo humano.
Ya he estado ahí y me ha gustado.
Quiero más, MÁS. Deseo tener ese cuerpo las veinticuatro horas del día.
Ha pasado otra semana. No soporto tanta angustia. Lo intentaré esta noche.
Ha sonado el timbre, era el adolescente curioso de la casa de enfrente que traía unas flores para Rosa. Ella se las ha tirado en la cara y lo ha corrido con insultos y burlas. Aquel adolescente es muy guapo. Es delgado y hermoso. De él emana un agradable aroma. Si yo fuera Rosa no lo hubiera tratado así. Pero él me vio o, mejor dicho, la vio desnuda. No, él me vio a mí, a mí, me buscó a mí, no a Rosa. Y no tuvo nada de malo el hecho de que me contemplara. No sé por qué me asusté, no fue nada indebido. Al contrario, la desnudez es algo natural. No debí sentir miedo. Tal vez yo le busque a él. Tal vez le haga amarme, adorar mi cuerpo. Esa será mi primera meta. Luego recorreré el mundo y usaré mi figura para experimentar toda clase de placeres y hacer sentir bien a otros. También amaré a todas las plantas que pueda. Ellas lo merecen. Esperen, hermanos y hermanas, tendrán una nueva protectora.
Ya no me hablan. No pueden. Soy más que planta. Estoy en otro nivel, varias jerarquías arriba; aún puedo luchar por alcanzar el tramo final. Soy casi humana. He descubierto la consciencia, la razón. Ahora intento controlar los dones que surgen de estas capacidades. Me ha llevado años. Desde que nací lo supe. Vine al mundo para esto. Lo sé.
Rosa ha llegado de trabajar. Se quita las vestimentas de encima y queda en ropa interior. Se tira cansada en la cama. Su rostro luce golpeado, no mucho, leo su mente… y me asusto.
Un hombre rudo la ha echado de un local luminoso y le ha prohibido regresar otra vez. Ha dicho que su cuenta está ya saldada, que es una ladrona y que, si la vuelve a ver, la matará. Otras mujeres la insultan. Algunos viejos gordos la manosean mientras ella, con gran temor, lo permite. Alguien la ha abofeteado varias veces sin que ella pudiera defenderse pues nunca ha sabido cómo hacerlo. Rosa llora, es su destino sufrir, incluso siendo como es, bonita. Una cáscara atractiva la envuelve, mas aquello de nada sirve. ¿Las cosas serán siempre de este modo? ¿Este mundo puede ser así de injusto? No lo creo, cada cosa debe tener su equivalente. Pienso que sí debe existir justicia. Si no, espero no equivocarme demasiado al querer formar parte de este novedoso y tiránico mundo humano.
Lo hago. Me concentro. Pienso en Rosa, en su cerebro, en su cuerpo, en su voz, cabellos senos, piel, ojos, labios… sueños… pocos… preocupaciones… infinitas. Me concentro con todas las fuerzas de mi corazón más que vegetal y… Ella chilla con una fuerza salvaje. La poseo… y Rosa desaparece. Ahora estoy en su cuerpo.
Aún puedo leer su mente… desesperación, incomprensión, confusión. Ella ocupa mi lugar. Está en la maceta. Ahora sé por qué había tanto desequilibrio cuando ocurría antes. He madurado. Puedo dominar la situación con mayor habilidad. He aprendido mucho. Su ser es mío. Ahora me veo, en el espejo, la cortina está cerrada y la ropa interior se me ve bien. Soy feliz, río, salto, puedo caminar, mantengo el equilibrio, hablo, ¡qué linda voz! Canto.
Soy Rosa. Rosa. Su apellido es «Lazarte». Soy Rosa Lazarte… y soy guapa.
Lanzo un beso al espejo y río, río, pero… Rosa… ya debe haberse dado cuenta de todo… lo ha descubierto… leo su mente… ella… en la maceta… como planta que ahora es, sabe lo que hice y me odia. Cuando retorne a su cuerpo y yo haga lo propio me exterminará.
No, quiero ser humana. Ella ya lo sabe, conoce el secreto. No debo permitir que vuelva.
Camino por el cuarto en ropa interior. Pronto terminaré lo que empecé, lo sé, no puedo mantenerme así por más tiempo. La energía mental se agotará y ella actuará en contra mía, será mi fin.
¡Adiós, sueños, adiós proyectos, adiós, cuerpo de Rosa!
Suena el timbre.
Debe ser el chiquillo hermoso.
Puedo sentir su deliciosa fragancia como la percibí aquella primera vez.
¡Quiero amarlo, besarlo! ¡Quiero sentir el placer, su placer! ¡Quiero ser mujer! ¡Quiero ser mujer…! Pero ya la realidad a mi alrededor empieza a deformarse.
¡Quiero ser mujer…!
«¡No, no lo serás! ¡No, maldita zorra!»
No, tú eres mala, quiero tener todo lo que tú tuviste. ¡Quiero ser humana!
«¡No, no lo serás, devuélveme mi cuerpo, basura!»
Suena el timbre otra vez.
Reviso la habitación velozmente con la mirada. Desesperada como estoy, abro, sin pensar, el cajón de la cómoda y encuentro un arma, mi salvación.
Eso es todo. Es muy sencillo. Espero que entiendas, Rosa, por qué hago esto. Aunque mejor soy sincera: lo hago con todas las ganas que hay en mi corazón. No me importa si no me perdonas. No me importa, malvada. Tendrás lo que mereces.
Suenan algunos golpes fuertes en la puerta.
Salgo al balcón, al jardincillo donde están las macetas con las plantas y las flores descuidadas. Me acerco al precioso rosal. De pronto siento mareos… pronto terminará… no, no acabará, al menos para mí no.
Ella lo sabe y grita insonoramente cuando la podo.
Dejo caer las tijeras y me pongo de pie. Siento el viento rozar mi cuerpo y veo la noche en su morbosa extensión llamarme como un amante incógnito. Se van los mareos y poco a poco recupero el manejo de mis sentidos.
Toco mi cuerpo… soy YO… soy Rosa… olvidaré lo que fui muy pronto. Desde ahora seré alguien mejor. Río, grito como loca, soy una loca, sonrío y salto, bailo y río… y lloro.
Suena una vez más la puerta, ya más débil que antes. El que está tras ella, al parecer, quiere desistir de su intento de verme.
Corro de inmediato a abrirla. No puedo perder la oportunidad. Debo gozar, tengo que aprovechar las cosas dulces que se me ofrecen ahora que todo ha salido bien.
Abro la puerta. Es el hermoso adolescente de sedosos cabellos. Lo tomo de la mano y lo hago pasar sin decir nada. Me mira titubeante. Me pregunta por qué río, por qué lloro.
Le digo que se acerque, que todo me ha salido bien, y que, por favor, por un buen rato, me ame…
Carlos Enrique Saldívar (Lima, Perú, 1982). Es director de la revista impresa Argonautas y del fanzine físico El Horla; es miembro del comité editorial del fanzine virtual Agujero Negro, publicaciones dedicadas a la literatura fantástica. Es director de la revista Minúsculo al Cubo, dedicada a la ficción brevísima. Es administrador de la revista Babelicus (literatura general). Publicó el relato El otro engendro (2012). Publicó los libros de cuentos Historias de ciencia ficción (2008, 2018), Horizontes de fantasía (2010) y El otro engendro y algunos cuentos oscuros (2019). Compiló las selecciones: Nido de cuervos: cuentos peruanos de terror y suspenso (2011), Ciencia Ficción Peruana 2 (2016), Tenebra: muestra de cuentos peruanos de terror (2017, 2018) y Muestra de literatura peruana (2018).

Foto portada tomada de: https://bit.ly/3BvPiYc