Escuché a un rapsoda | L. Miguel Aucatoma

Por L. Miguel Aucatoma

I

Y por eso es que seguimos en ese círculo de enojo tristeza y soledad, no esa soledad de no estar con otras personas sino aquella de no compartir plenamente tu interior, tu auto referencia con alguien más. Es cierto que te quieren, que están a tu lado, te apoyan incluso llegan a sobreprotegerte a pesar de ser una persona pasada de la treintena

 —…Y se nos acaba el tiempo para aplicar a un viaje de estudios.

 —Cada vez más cerca del final countdown.

 —¡Exacto!

El silencio necesario solo para desordenar aún más los pensamientos, esa libertad robada, libertad como alguna vez la definimos, el silencio de tres comas juntas.

 —Lo que nos falta es visión, ves lo que sucedió con esa obra que se exponía.

 —¡Maldición!, una ganga perdida…

 —Lo de siempre, lo de siempre …siempre pasa lo mismo …es que uno se conforma con su pequeña realidad, su jodido mundo en el que te gastas 300 dólares en un maldito mueble que no te sirve para nada.

 —Y no lo gastas en una obra que alimente tu gusto, ¡Tu sentido propio!

 —¡Exacto! Nos enseñaron a ser parte de una máquina que responde como los demás quieren que respondas: lo mismo, ayer, el trabajo, hoy, el trabajo y mañana seguramente…

 —…la basura… ¿Y tus gustos? En ningún lado, economizando y conservando tu sentido de ser completamente aparte, pertenecer a algo más grande.

 —Y el tiempo desaparece, ya a esta edad todo lo que se sabía o lo dábamos por hecho ya no es, o ya no tiene validez.

Cada uno buscando las palabras precisas o las definiciones que reluzcan sobre ese estado de limbo, en el que siempre en medio de la noche, con cervezas encima o no, nos hallábamos. Dardos, disparos, frases disfrazadas de municiones que van a dar contra todo y contra todos, o solamente quizá sobre el propio ego herido siempre, regresando a esa autocompasión que nos calma que la buscamos en el otro que está ahí y que se fusiona en cada frase de cada uno de nuestros monólogos que bajo estas circunstancias resultan compartidos, y las distancias a la realidad se hacen brechas y los escapes siguen siendo la ficción.

 —Podría haber disfrutado en mi cuarto de libros de esa obra y contemplarla y saber que es mía, realmente mía, ya sabes…esa farsante al final también se irá y (a veces) solo quedan los amigos.

 —Todas se van, ya lo sabes.

 —Y hasta se les ha entregado más de lo que hubiese gastado en esa obra.

 —En ese momento no te lo pensaste tanto, o tal vez sí, pero cediste demasiado. Y cuando se trata de ti mismo… ¿Por qué tanta cavilación? ¿Por qué dudar si lo mereces?

 —Y se fue sin decir gracias.

 —Lo dices muy bien, falta visión

 —Es posible que haya estado ahí en la exposición, disfrazada viéndome y riéndose de mí.

 —O es posible que usara el dinero con el que huyó, para hacerse con la obra que te gustó, para incluso después de ese duelo vital…pueda en el más allá de la relación social seguirte jodiendo.

El duelo como todo el mundo sabe es un proceso fisiológico de desprendimiento cuando se ha perdido algo o a alguien. Se trata de un proceso normal. ¿A qué viene pues ocupar espacio en un manual estadístico de desórdenes mentales? El duelo es un síntoma, y es además un síntoma reparador: a través de él el sujeto se desprende de aquello que ya no puede recuperar, es por tanto un proceso que habría que propiciar en lugar de inhibirlo o mitigarlo

—Seguro se reía de mi detrás de la máscara —otras tres comas de silencio— y mi padre y todo el dinero que regale a un carpintero vicioso.

De pronto pensé en aquel libro-ensayo que contaba toda la historia del punto y coma, de ese artefacto de puntuación que a veces es sobreestimado, tal como sentíamos nuestras ambiciones simplonas, tal vez el silencio que equivale aquí era ese y para procurar que el tema continúe dije para que no note mi distracción:

—¿Vicioso? —como si nosotros no estuviésemos en la misma obra de teatro— ¿Le notaste alcohólico? —cínico.

 —Toda la semana que reclamé por mis muebles aparecía con la misma ropa —ferocidad— todas las semanas, y las mismas excusas todas las semanas, y en un taller sin herramientas, no tenía, ni un maldito martillo, ni un maldito serrucho.

 —¡Ehh! —seguía pensando en el duelo y en el punto y coma.

 —No solamente alcohólico, sino que hasta creo es un yonki —la pausa para el suspenso— hasta que al final las amenazas.

 —Al menos tendría sus trabajos anteriores en el taller —pretendí no escuchar lo último.

 —Lo peor que fue al departamento y sabía todo de mi —sabía que repetiría eso que no alcancé a escuchar

 —Incluso más de lo que tú mismo te conoces —intenté bromear.

 —Terminé pagándole todo lo que pidió —continuaba y era mi deber dejarle decir.

 —Porquerías.

 —Pagando por muebles que nunca voy a usar con agrado, que no tiene utilidad, que no tiene sentido

 —Para dar gusto a un carpintero vago y marihuano y sus ayudantes sospechosos…

 —Complaciendo a un yonki, complaciendo a mi padre, complaciendo a unos jefes que nunca entenderán mi talento, complaciendo a una ingrata que se largó sin despedirse menos saldando una deuda supuestamente urgente.

Mirando las luces de la calle y la luz de la noche se cuela por la ventana del auto.

 —…ches…susurré —Un café de 200 balas. —terminé diciendo.

El tiempo siempre devorado por esas extrañas fuerzas q a todos nos acongojan, conscientes según nuestra percepción de cosas intangibles, autoengaños, una serpiente que devora su cola, y punto que se une a una coma y ninguno se atreve a usarla en sus narraciones porque su uso; como el que damos a las complacencias de los demás, es solo autosatisfacción y luego se convierte en autoflagelación. Un auto de policía que pasa al costado protegiendo y sirviendo posiblemente más a esas extrañas fuerzas que a los ciudadanos, y alguna, parte de esos seres ciudadanos apurada en esa noche que avanzaba sin piedad alguna… queriendo liberar nuestro propio egoísmo, en una charla repetida y repetida, pariendo con dolor a esa realidad que los otros la viven sin preguntarse. Con preocupación de querer ser uno mismo y a la vez ser tal cual son los demás.

 —Complaciendo a todos menos a mí mismo.

 —El disfrute personal —Y resalto eso de disfrute—, la mente se llena de imágenes perversas.

 —¡Exacto! —otra vez pronunciado como cuando se coloca el igual al final de una operación matemática seguida de la gran anhelada solución.

 —Esos ojos si me espiaban atrás del disfraz riéndose.

 —Por eso la rueda de tristeza, ira y soledad.

Y la obra en manos de nuestros padres, una gran obra imponente y majestuosa que se les ha ido de las manos por buscar mejores oportunidades, y la obra palpable viva que no encajó en ninguna pared, ni conforma parte de ese vacío. Esa obra que reposa en manos de alguna falaz que se burla con desprecio no de lo que gastas, sino de lo fácil que resulta jugar con nuestra ansia de existencia a través de las posesiones, esa obra en manos de esos amores que no son, o de los carpinteros cuentistas que se multiplican en la ciudad. Esa obra en todos lados, menos en las nuestras.

Así acaban los hombres que se pasan todo el tiempo sentados puertas adentro y mirando fijamente números.

II

Solo vives por esa partícula de ensueño que te sobrepone a lo real

Que tengas una bonita noche con una luna de queso enorme sobre la que un día besé y la única que atestigua esta invisibilidad aberrante y no muy bien merecida… ¡Qué me queda sino seguir creyendo! puesto que aun mantengo infantil esperanza, aunque como candil se consume sobre la mesa el resto que quisiste salvar.

Y digo para mis adentros: «No es que la inspiración se haya menguado, sucede que ver tantos rostros adustos a veces cuando me hallo débil me da por recordar las penas y no los gozos, porque estos me los reservo para darme valor ciertos días».

Qué le queda al criminal después que de humillado debe regresar a ese sinsentido de no pertenecer a los pensamientos de su compañera de habitación, aun sabiendo que su crimen (si lo hubo) ya le carcomió mucha fuerza de su corazón que otrora fue rebosante, y también con el miedo constante que un mínimo desliz reactive la condena.

Arremeto contra tu recuerdo, contra tus ánimos de querer seguirme humillando y reírme por mi desgracia, forma única que me pertenece, mientras espero saludarte al regresar.

Si de verdad se ama, si se siente en el fondo del alma, es la ceguera en el acto de entrega…pero apenas la noto ahora en destellos sobre ti, aquello en realidad fue una creación de mis obnubilados ojos, no puede ser amor sino escapatoria.

Y por ese mismo acto que es ahora de tu eterno desprecio, voy y busco en las letras de grandes genios un refugio para que me protejan con sus desvaríos de tu desprecio, y aunque poco pueda parecerse a los grandes, mi propia prosa en un momento nacerá para arremeter contra tu soberano orgullo fruto de un gran vacío. Por eso quiero perderme en las calles con gente que entienda algo de la generación de pensamiento, para que pongan en duda lo que voy aprendiendo y me pongan en más laberintos de los que me he creado. Por eso me quedo en plena noche haciendo diálogos incompletos con un buen amigo, y nos damos cuenta de esa rueda de enojo, tristeza y soledad, al que hasta quisiera bautizarlo con un nombre para que se convierta en un nuevo refugio. Porque solo ahí, se apaciguará, ahí sin salidas fáciles y aparentes encierros, mi mente y la maldita gana de seguir preguntando, o peor aún de seguir dudando de los restos de cariño que intentas amargamente darme de comer.

De algún modo los malditos siempre nos quedamos atrapados en los laberintos y por eso debemos explotar para abrirnos caminos para que esas paredes caigan; que estúpido sentido buscar el camino que tú me impongas, si cuando lo quieres me cambias la salida.

—Buenas noches —repito con voz muy baja como queriendo que llegue a donde te encuentras y tu indiferencia responde con silencio—. Un café de 200 balas, digo con voz más alta para que me escuche mi interlocutor amigo de esta noche dejando de lado el tren de pensamientos.

Amago escribir algo en un cuaderno de notas que siempre llevo, y tal vez arranque las hojas como en otras ocasiones y la añadiré a aquellas que se dejan en la basura. Los ilusos esperamos que lleguen con destino a tu compasión, pero son recolectadas por a los creadores de enigmas y los cazadores de fortunas, o los miembros de sectas y se divierten a costa de las penas de los que no están en su selecto circulo, y después las leen en competencias mientras comen hongos en las cercanías del páramo, selectas historias después se venden en sus círculos especiales, muchos de aquellos son reclutados para crear programas que predicen tu siguiente compra, tu siguiente canción, tu siguiente acompañante, o todas esas coincidencias digitales que nos gobiernan.

—Pero jamás odio porque no sirvo para cosas sencillas —me imagino ese laberinto, y rendido dejo que me lleves de la mano a la salida.

Y mientras suelto la hoja arrugada, marco un número telefónico.

—¿Otra vez alcoholizado? Seguro a perder el tiempo con ese vago amigo tuyo. Haz lo que de te dé la gana. Adiós.

Lo que a mí me mantiene abajo, os mantendrá a vos en alto. Pronto se ha de ver cómo el vil amor que invocáis acaba con vos. Pocas torres resisten un tenaz asedio.

III

El autobús a la misma ciudad del centro y yo con Foxygen clavado en los audífonos haciendo referencia a no se cualidades de la destrucción… el encanto de una armónica encajando con el inicio de la noche, aunque muchas veces reniegue de los viajes de trabajo, sin duda que en las postrimerías de cada uno de ellos he realizado actos de desvanecimiento de la realidad que incluso me llevan a pensar que si el gen psicópata se hubiese desarrollado en mi mente muy seguramente hallaría suficientes coartadas para sus crímenes.

Sin embargo, siento que aprovechar estos escapes no está del todo mal, todos cuentan sus hazañas, estos vistos del modo particular pueden ser dañinos bajo ciertos criterios, no digamos morales, porque sin duda me molesta la palabrita y sus implicaciones, pero alguna contradicción tendrá.

Eso me convence que no deje de ser encantador con las chicas que visito y tal marinero de varios mares logré hacerlas mis amigas y de pronto mis amantes, en su interior me aseguro no ser un desgraciado que las busca para satisfacer veneros deseos, sino que acudo para comúnmente satisfacernos y por tanto debo consentirlas y muy directamente preguntar si es posible esa compartición dejando claro en el contrato verbal que pueden decir que no cuando ese acuerdo cese… lo interesante es que hasta el momento no he escuchado las negativas.

Son esas ideas de desviar inesperadamente el camino de retorno que me han llevado a disfrutar de vacaciones inesperadas de las que únicamente mi propia mente es testigo, no hace falta que en las reuniones de amigos haga publicidad de mis actos, esto causa que sea feliz que los demás me crean un particular ser, por eso no expongo a viva voz mis encuentros, así no soy tan desdichado, aunque si dejo notada mi visión del mundo con desgano, seguro que no por la piel que toco, sino por las reflexiones al respecto en los trayectos que así me lo permiten.

Puedo entonces adorar actuar como un seductor complaciente pero no entender que la gente se entregue al placer nada más. Atribuyendo a los actos hechos por puro placer la razón del atasco del mundo. Es difícil pues una reflexión breve, pero al unir con paciencia mis procederes se entenderá que disfruto, sin duda, de la compartición de deleites con una sesuda retahíla de pensamientos añadido; es posible que simplemente vea actos vacíos y los trate de llenar con justificaciones. Pero lograr este cometido es complicado y me veo envuelto en dudas que muestro a los demás como torpeza; Las dualidades siempre conllevan problemas o simplemente hay teorías que nunca tienen razón de existir.

Shadow on the run, mientras miro por la ventana los caminos para hallar esas particularidades, las coincidencias tiradas en la autopista. Los postecillos con reflejos rojos me recuerdan los sueños en que muero a alta velocidad y se repiten, una muerte a la que dejé de temerle porque me despertaban con un brinco al instante y así supe que si me sucede de verdad despertaré en otra realidad ya sin sobresaltos. La muerte solo es despertar de este sueño.

Aprovecho los tramos que encienden la luz interna del autobús para leer pasajes de los libros que nunca me faltan y sonrío en una parte que deje pendiente del anterior descanso.

Usted es un ejemplar único de cabrón loco.

Y usted como lo sabe.

Los he contado.

Cambio la canción, el conductor apaga la luz interna y mi risa incomoda al pasajero del asiento de al lado. Iba de camino, lejos de la ciudad de la que ella escapó.

IV

4 años desde la muerte de Kon, cuatro del coma de Cerati y hoy su fatal desenlace, cuatro desde que pretendiste abandonarme, ahora entendí la fijación supersticiosa de los japoneses por ese número, cuando dejamos de ser tres y pasamos al fatal número…y yo poco a poco intento construir los cuentos de las aventuras de ese período de abandono mientras me reconstruyes los besos y los esquivo porque me llenaste de mentiras y yo no me ocupe de desocupar el tacho, sino que empecé a acumular otro con más podredumbre.

Porque tus motivos fueron santos sin embargo me despreciaste cuando te tuve devoción…hoy comeré carne asada mirando al cowboy en la tv y una cerveza mientras tú estás en la casa de tu madre creyendo que una persona adulta no puede enfrentarse sola a la vida.

Sobreprotección.

—Veo que me has llamado, ¿qué pasó?

—Solo era para escucharte… Quería saber cómo estuvo tu día y qué tal te resultó la compra.

—Ahí…

—Y ¿pudiste bordar la ropa?

El tono de voz con notable irritación, como si aquella pequeña pregunta hubiese destapado algo que debía mantenerse cubierto

—Crees que es solo de ir y parase a que te borden y yaaaa, tienen que hacer un patrón bajo pedido, y hay que permanecer en la fila.

—Pero podías pedir que te hagan solo uno por la urgencia de mañana y luego con gusto te acompaño o hago los demás yo mismo.

—¡Ahhhh! Como si solo fuera de pararse y decir que lo hagan, hasta me insultan, para ti todo es dinero, no es solo de dar la plata, las filas, para ti es muy sencil… —otra vez ese tono estresante.

—Ehhh

—Y no ves q es temporada todos necesitan lo mismo y no quieren hacer uno sol…

—Si es complicado, no creo que sea una exigencia por el primer día… dejémoslo y luego planificamos hacer ese trabajo.

—Pero ¿qué te pasa? no sabes reconocer el esfuerzo y lo q me insultan y las filas. Ya me mandaste acá, acá me quedo.

—Pero puedes ir a otro…

—En todo lado es igua…y…como tú no te esfuerzas y te crees que con dinero lo solucionas —el tono se hace más fuerte, y la voz más despectiva.

—No he dicho eso —con voz casi inaudible—. Solo que he visto que hay lugares… para salir del apuro, ¿comprendes?

—…

—el silencio equivalente a diez puntos aparte, los minutos celulares enriqueciendo a los nuevos monarcas de telecomunicaciones.

—Yo agradezco firmemente la ayuda q me proporcionan y nunca se me cruza por la mente que tu labor sea fácil ni mucho menos…así como tampoco creo que eso sea motivo para alterarse o tratar mal —comprendo que elijo mal las frases bajo presión pero sigo—, …créeme que si todo mundo dejase de ayudarme como muy gentilmente lo hacen, yo nunca me detendría y aunque mis actos no sean tan elevados como los de otros, yo sé, así mismo que aunque falle las cosas nunca me han salido del todo mal, solo te sugería que se haga o se compre solo lo necesario para mañana y después con más calma o tiempo planifiquemos las cosas pendientes de mejor manera.

—Para ti es muy fácil decirlo, no ves que me toca estar de arriba abajo.

—Solo te pedí ayuda si te era posible, nunca lo impuse, por eso yo te di el valor que estimé para el bordado, pero si no se puede no hagamos un proble…

—¡¡¡Ah!!! para ti todo es sencillo, y las filas y la gente apretada y el calor.

—Pe… no permitas. N… No consideré q haya sido algo tan complejo, disculp…

—¡Ahí te quedas!, yo ya me las arregló, tú no sabes nada de lo que me pasa… —gotas gruesas golpean el cristal y pequeños granizos que repiquetean esa tarde que se volvió gris, son símiles de sus palabras—. No me esperes esta noche, me voy a quedar acá —la luz de la tarde se ha esfumado y la lluvia golpea con ánimo el techo —. ¿Sabes qué? No me esperes toda la semana, haz lo que de te dé la gana. Adiós.

La música que reproduce el navegador de internet se cambia sincronizadamente de las tonadas rock a las que me he habituado, gracias a los anuncios, por una canción ranchera que no se me antoja discordante: cuando me digas. Que tus desvelos no son por mi… y un mensaje brillaba en una esquina, había olvidado lo de hace dos noches.

Desconocido: Hola, ¿quieres charlar, eres el amigo de Daniel, cierto?

Esto de los algoritmos, resulta algo sorprendente.

¿Cómo volver a sonreír si antes no lloraste? ¿Cómo conquistar el amor de la adorada, alma cándida sin un suspiro?

 V

—…Ja ja ja ja —mi risa se quedó a medias cuando me cortó su voz atona.

 —Tranquilo amigo —y levantó su mano con un jarro de líquido marrón turbio

 —Esa historia que nos pasó es como esa peli que al final, ese que menos esperabas sale corriendo con los diamantes mientas los demás se disparan entre sí.

En el fondo sonaba una canción repitiendo: Just Tell me Why? No sé si la escogió mi amigo antes de que llegue o simplemente dejo que el reproductor la ponga a su antojo, tal vez fue lo último por eso en aquellas juergas alabábamos la capacidad de sorprendernos del reproductor digital.

 —Así pasa… cuando sucede —su voz seguía sin tono alguno, ninguna emoción era evidente, eso hizo que mi broma inicial pierda todo sentido y dije en voz alta como acto reflejo—. El desastre es una parte natural de mi evolución hacia la tragedia y la disolución.

—Ja ja ja ja —¿por qué diablos se me dio por volverme a reír?

 —Tranquilo amigo no se vaya a suicidar —parecía que la frase se la dedicaba a sí mismo—, ya te vi mal cuando estábamos abajo después de esa llamada por eso mejor era subir y conversar tranquilamente acá.

Enseguida me vino otra frase, es posible que el cambio de la canción de fondo la haya sacado de mi enredada mente —“Como si la aguja de un estéreo hubiese sido levantada del surco y colocada más atrás en alguna vieja canción sentimental sobre el elepé de compilación de la historia”— o tal vez anhelaba que no fuese música digital, sino que salga de un disco viejo y me lleve de repente a un bar de historias antiguas y muertas.

 —…Jodido…Esa frase estuvo buena —un pequeño atisbo de interés, no creí que me estaba poniendo tanta atención—. Bueno yo también me voy a seguir en mi sufrimiento —empujó la silla con su espalda como queriendo incorporarse, sin embargo, un atisbo de tedio se apoderó de su gesto, ya nos ganaban los centímetros cúbicos de alcohol consumidos.

 —No es mía por eso la dije con entonación —como si intentase se diese cuenta de los cambios que pongo en la voz para resaltar algo.

 —Déjate de pendejadas.

Los ojos se tornaron expresivos pero la frase fue expuesta con la nula emoción, la ira se hizo evidente, una emoción al menos.

 —Yo te salvé —quise justificarme enseguida—, tú tienes todo por delante —hablando de su vida como mi papá lo hace conmigo—. Yo he tenido que ir olvidado todo por el bien común —seguro que me seguía hundiendo—, yo a veces ni sufrir puedo, no se me permite.

Regresó la mirada a su jarro y volvió a beber unas pocas gotas se escurrieron por la comisura izquierda, en estos mililitros devorados ya se empezaban a diluir las verdades y se escupían por gotas.

 —Mejor ya no voy a decir nada —limpió con la manga sus labios, llevaba su acostumbrada chaqueta oscura con una insignia de un tren pequeño en su bolsillo derecho

 —Está bien exprésate, sé que he sembrado caos por intentar hacer algo.

 —Estoy retrocediendo el tiempo para ver donde empezó todo —volvió a apurar el líquido y se notaba como bajaba por su garganta.

Mientras sentía desprecio por mí mismo, o compasión, no paraba de justificarme

 — Tal vez esa es la historia que estoy debiendo…debo, por escribir, yo…y reivindicar con ello a todos.

 — Pero tú no tienes la culpa…jejeje…reía.

 — Tal vez es por eso que me empeño en saber y trato de compilar algo para crear eso que quedó pendiente

 — La culpa es de Fabián por haberme dicho que trabaje en esa oficina.

 — y ahora ¿Llevarás tu resentimiento a otro lado??… ¡¡¡¡Nooooo!!!!— es seguro que yo gritaba.

 — Él es el verdadero culpable —ya solo se escuchaba a sí mismo, su capacidad de borrarme y seguía en su autorreferencia—. Cierto a él también debo decirle en su cara “del amigo, la traición”

 —“…pensaba que el futuro ya no le tenía reservada ninguna sorpresa. Fuera cual fuese el vértigo que impulsara al mundo, no variarían sus funciones” —a mí solo me llegaban más frases de alguien más, y de pronto reaccioné con otro pensamiento aleatorio, como las reproducciones de música—. ¿Por qué mejor no vas a la disco y líbrate de esos pensamientos?

 —¿¿Disco???…Let’s dance, papá!

 — Ahí vives tranquilo, es lo que me repites.

 —(silencio, no sé de qué signo de puntuación)

 —(silencio, el doble del anterior)

 — Disculpa todo lo que provocado —quería sonar real en ese momento, tanto que volví a sacar la libreta como en el auto antes de ingresar a hacer lo que me da la gana apurando líquido embriagador, tal como comandó aquella voz del teléfono y anoté con letra torcida la disculpa y puse amigo en mayúsculas.

 — Good bye blue sss —su signo de desconexión.

 —A veces haces algo y estás jodido, y otras, estás jodido por lo que no haces. —también anoté y arranqué la hoja apretujándola en mi mano derecha —para que lo lean en sus convenciones, idiotas.

 —Deja de inventar tonterías, loco —me miraba con ojos exploratorios, como queriéndome regresar a su realidad, el cuarto debió parecerle desconocido.

 — ¿Estás deprimido? Si quieres te consigo una entrada a esas reuniones y ahí te relajas, no sé cómo, pero al invocarlos capaz llegan, o dándole al botón de shuffle en el reproductor.

 — Good bye…blue…sky… ¿Qué es eso que bebes? Dejarás de lado las pendejadas, no me cambies el reproductor de música, ya me preocupas.

 —Vete y no estorbes y llévate los diamantes —me gritó, salté sobre él, lo empujé, cayó a un costado y me acerqué al reproductor digital en la pantalla del computador.

V.I

 ¿Y el mercado de viajes? Un terreno muy interesante para analizar este tema está en los sistemas de recomendaciones de lugares. Servicios Web como G., F. o Y. tienen una enorme cantidad de información recolectada sobre muchos sitios a visitar en las ciudades. Combinado con la geolocalización de nuestros dispositivos la información sobre nuestros intereses y los de nuestros contactos cada vez son más agresivos a la hora de proponernos que lugares visitar. Así fue como a Anneliese Schmidt le recomendó ese viaje exótico a un país desconocido en el centro del mundo y se halla dispuesta a dejarse atrapar de esta aventura.

VI

¿Qué nos impide matar? ¿Nuestra conciencia o la inquietud por las consecuencias? ¿mataríamos si se nos asegurase la impunidad?

El patrullero volvió a su ronda.

—Jeje, pensé que de la última vez no ibas a recordarlo, solo debes darle 50 veces al botón de siguiente y ya entiendo que se te agotaron las ideas, pero ponerte métodos así son necesarios, como aquella vez de la playa cuando te fugaste del centro con la novia de este, a distraerte de tu vida de casado como si aún fueses adolescente —tomo aire haciendo sonar su nariz achatada—, ya se nos ocurrirá como ocuparlo con algo más creativo más adelante. A veces, ustedes ya cansan, pero es gracioso como dos cojudos tienen esas ansias de sobresalir, de crear, de poetizar su absurdo — más aire como si hubiese llegado corriendo al encuentro—. Pero ya en su acción, se redimen, fue un buen capítulo, aquella noche nos divertimos, ¿no es así? Sutil esa desaparición; ya ven hasta ahora no encuentran a esa extranjera.

Un perro aullaba distante.

—¡Y ya!, Párense bien, me tocó cubrir el turno porque el de los muebles corre el riesgo que lo reconozcan —silencio, sin puntuaciones, opacado por una risa que no correspondía, era más bien como chillona— ¡Je je je! ¡Pendejos! Que creen que el mundo se mueve con sus suposiciones.

El motor del patrullero se escuchaba lejano.

Una señora de entre unos 50 y 60, que se notaba apurada bajaba por la calle y la lámpara del poste malfuncionaba y daba destellos y pausas, formas de comunicarse, muy mala la hora escogida para caminar solitaria.

—¿Es esa? —dijo mi amigo.

 — Good bye…blue sky —se me pegó la canción antes de estar parado recordando el anuncio de ese video de “Aprenda a colocar mensajes ocultos en las imágenes que manda a sus amigos”, frío, no alcanzaba a recordar como llegamos al portón, solo vi que tenía una mancha redonda y húmeda un lado de la camisa y tampoco sabía bien quien nos hablaba, pero su influjo era evidente por lo calmados que estábamos. Mi amigo solo tenía sus manos apretadas en sus axilas y los hombros levantados mirando al piso.

Me sacó del trance el sonido de desenvolver una hoja y también noté la familiaridad, era de aquellas que desechaba con mis garabatos, su risa nuevamente era punzante.

—A… Atribuy… atribuyendo a los actos hechos por puro placer la razón del atasco del mundo, ¡Eh! Je je je, pues esos actos mi buen payaso son la razón del movimiento de este podrido mundo. —me miró con desprecio—. ¡Mejora esa redacción para la siguiente! —y luego nos miró a ambos —¿Muy fácil lo de esta noche no creen? —guiando sus ojos a la otra calle hacia donde estaba la mujer mayor, hizo un sonido como gruñido con esa nariz que me molestaba; a pesar de sentir conocerlo, la verdad no lo recordaba así, cara de cerdo, flacopanzón, pero los encuentros son siempre borrosos—. ¡¡Cojudos!! —el grito debió escucharse lejos que ese perro se calló y cambió enseguida el aullido por ladrido—. Ya saben nada les conecta a nada, los de las conexiones somos nosotros, caminen y dejen en paz a la anciana, ese lote está reservado para otros, su real encuentro, por otro lado, ya está preparado —de nuevo ese tiempo exacto de pausa, esa sincronización textotemporal—. Tampoco ella sabe, para esta hora ya acabó de salir del sitiodecanto y está pidiendo un taxi, tiene una historia de trauma que acrecentará este episodio, ustedes tranquilos, mañana ya saben les espera una larga conversación con su encebollado; y tú golpéalo bien no ves cómo te robó la novia.

Los tres miramos a la luna.

 —¡La traición! —escupió entre dientes mi amigo.

 —Solo es de papel —pensé al mirarla.

— Y eso no se hace —concluyó el personaje invitado mientras nos empujaba calle arriba.


L. Miguel Aucatoma (Quito, 31 de octubre de 1982). Ingeniero, inquieto lector, curioso de los caminos del escritor, recolector de manzanas, colocador de moquetas, profesor de instituto tecnológico, mal jugador de videojuegos, caminante, usa leña en la casa de sus padres, y en medida consiente del medio ambiente.


Foto portada tomada de: https://bit.ly/3ibRX2x

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