El libro | Isabel Donoso de Espinel

Por Isabel Donoso de Espinel

(Publicado originalmente en Mujer, revista mensual de literatura y variedades. Quito, año I, julio de 1095, número 4, págs. 119-121)

El libro. ¡Ah! El libro es el mejor compañero de las almas superiores, el consuelo del corazón que padece, el amigo que con su magnética influencia nos hace llevaderas las tristes y mortales horas de la vida. Desde el Catón Cristiano que en la niñez forma nuestro corazón, hasta los Cuadros de Costumbres que en la adolescencia nos deleitan e instruyen, poniendo a nuestra vista los abismos, para huir de ellos, los vicios, para detestarlos, las virtudes para imitarlas; desde las descripciones y cuentos que entusiasman a nuestra imaginación juvenil, hasta las severas máximas filosóficas, todos tienden a morigerar nuestras costumbres, a confortarnos en el sufrimiento y a enseñarnos la resignación y el sacrificio.

Unos como las aves, nos embelesan con sus trinos, nos seducen con sus ayes; otros, como el océano, nos sobrecogen con su majestad y tempestades; en fin, otros hay que, cual águilas gigantes nos remontan al espacio sideral para hacemos contemplar desde allí la grandeza y sublimidad del Universo.

Comparad, si no, las horas agitadas que habéis pasado alternando en visitas y paseos, con aquellas tranquilas en que, recreándoos en la lectura de un buen libro, habéis saboreado al paso que su amena conversación, las provechosas, aunque austeras lecciones de un amigo que no vende….

Recapitulad vuestras impresiones y decidme con la mano puesta en vuestro corazón ¿cuáles han dejado en él mejores frutos? Los primeros en que náufragos tal vez en el tempestuoso mar de las pasiones excitadas por los placeres del mundo, habéis perdido vuestro valor moral, quizás la fe y aún la felicidad de vuestro porvenir, o aquellos deliciosos momentos, que en la soledad de vuestro aposento y en el retiro de vuestro corazón, mano a mano con un libro, vuestro amable compañero, habéis con su lectura examinado todos vuestros sentimientos, analizado vuestras afecciones, evocado vuestros más queridos recuerdos, derramado vuestras lágrimas, sin que nadie os critique al verlas rodar por esas hojas amigas, so os humille con una falsa compasión o so os hiera con la profana interpretación de vuestras más caras impresiones.

Quizás en la lectura encontremos mayor placer que en la sociedad, los que jamás hemos conocido la felicidad, los que no hemos tenido otro consuelo ni otra ilusión que nuestros libros predilectos.

Aquellos que, en el piélago insondable de un eterno dolor, apenas nos ha concedido el destino la dicha de poder comprender el fondo de alguna buena Obra que ha caído en nuestras manos, encontrando en sus renglones el alivio que nos negaran los seres más allegados y queridos, el bien que la sociedad en su egoísmo es incapaz de ofrecer al corazón atribulado.

¡Ah! Madres de familia: sea un buen libro la primera joya que presentéis a vuestros hijos; joya cuyo valor no ha menester de sacrificios, que está al alcance de todas las fortunas, y que contiene un tesoro desconocido solo para los almas frívolas e incapaces de elevarse sobre la vil materia. Un libro, sí, un buen libro, debe ser el centinela que vele el despertar de una imaginación virgen; el atalaya listo a contrarrestar el choque de las pasiones juveniles.

Un buen libro es la balanza que equilibra nuestras afecciones, el freno suave que modifica y dirige nuestro carácter, el faro que ilumina la terrible oscuridad de nuestro camino, y el único solícito amigo de los desheredados de la suerte.


Isabel Donoso de Espinel (Quito, 1863-1911). Poetisa, periodista. Escribió en revistas literarias y feministas como: La Mujer y Flora.

Deja una respuesta

Introduce tus datos o haz clic en un icono para iniciar sesión:

Logo de WordPress.com

Estás comentando usando tu cuenta de WordPress.com. Salir /  Cambiar )

Imagen de Twitter

Estás comentando usando tu cuenta de Twitter. Salir /  Cambiar )

Foto de Facebook

Estás comentando usando tu cuenta de Facebook. Salir /  Cambiar )

Conectando a %s