Futuros paraísos | Humberto Vacas Gómez

Por Humberto Vacas Gómez

(Publicado originalmente en la revista Casa de la Cultura Ecuatoriana, no. 3, año II, enero-diciembre de 1946, Quito-Ecuador, págs. 327-330)

Bajo los signos del siglo

nuestra ancestral estirpe

de fondo denso y oscuro,

como mensaje de sueños,

tiene su carne triste

de cristales y de lenguas

talladas duramente

en las fraguas del tiempo.

Así durmió la especie

entre bosques antiguos.

Así rodó en el tiempo

por todos los caminos

frutecidos de enigmas

tupidos de secretos.

Así fue como el hombre

bebió los vinos fuertes

de la sabiduría,

buscando entre las sombras

ansiados paraísos;

estrellas como linternas

para la luz de sus pasos,

alas, como los ángeles

para las nupcias del alma.

Así llegó a los labios

el incienso preciso,

a la mente irradiante

la loca tentación

y los hondos designios

de nutrir nuestra vida

de las parras del cielo.

El hombre ha encadenado

el abismo, el deseo.

Y a sus huellas no caben

sobre el haz de la tierra.

Edad mecánica y nueva

surca entre naufragios de siglos.

Transida de verticales horizontes

y de sed de infinito

navegará como en los sueños

hasta los mares de nácar de los astros,

hasta las sombras sin luna

de los jardines de Dios

donde el negro polvillo

de la eternidad

vestirá de acerbo luto

nuestra carne desnuda y perecedera

Ya entre rocas familiares

ha expirado el último calendario.

Los cirios de nuestra edad terrestre

se desangran tristemente

igual que en los funerales,

y se encienden los vientos

como llamas de pentecostés humano

que lloverá sobre los astros.

Ya nuestro corazón

es duro y preciso resorte

como la máquina

que rotura la tierra

o rompe los cristales del aire.

Las aguas han sido holladas

en sus hondos abismos.

Las formas, los colores,

el mundo sin sosiego

semejan duro mapa

—esquema sin dulzura—

geografía

con sonido

de metales precisos.

Todo es orden abstracto:

la noche que derrama

sus vinos en silencio,

el día que reparte

sus dorados trigos,

la sangre que se vierte

y parcela la ternura,

la espada sigilosa

del aire que divide

el azul horizonte,

los pájaros que vuelan

por controles magnéticos,

la tempestad que espera

que una aguja la desate.

Y el hombre como es ala

es polen y cisterna

ha lanzado hacia el cielo

este humo irreverente.

Su ceniza de sueños,

su voz de obscuro origen

que ha invadido los coros

de las rutas celestes.

Ya la luz ha perdido

su camino nublado,

ya no habrá noche

sobre las milagrosas cúpulas.

Seremos la nueva juventud

con clima de alas lúcidas,

exploradora de bosques planetarios

y de paisajes distantes.

Seremos como mariposas estelares

o infusorios de la eternidad

vagando por abismos lácteos.

O como sombras

de duro vientre hinchado

sin ver con ojos humar10s

sin oír con el metal

de tímpanos terrenales.

Enfundados en escafandras siderales,

desde los campanarios del vacío,

habremos de saludar

a los siglos venideros

con las fulgurantes varillas del trueno

dóciles en nuestras manos.

Con los soles apagados

—como regios presentes—

en bandejas humeantes.

Con el tiempo

prisionero en una jaula

como pájaro melodioso.

Con el infinito

enrollado como alfombra

para nuestros pies alados.

Con la pira de los astros

encendidos como zarzas

para el holocausto pagano

de nuestra alma.


Humberto Vacas Gómez (Quito, 1911-Quito, 2000). Fue diplomático, además Ministro de Educación durante 1963-1964. Es conocido por su obra poética y periodística.

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