El muchacho que vendió la caja ronca | Fabián Núñez Baquero

Por Fabián Núñez Baquero

(Colaboración especial para Máquina Combinatoria)

Podemos poner un templo

A la computadora y el robot

Pero mi corazón es yunque eterno

Madrépora sin ruta en cada espacio

Campana excelsior nítida y pujante

Telefax del Telemundo.— F.N.B.

—El precio es módico —dijo el chamaco que, extrañamente a la moda de hoy, cuyos jóvenes banderean calzones bajos tipo Cantinflas y falta de cinturón, en cambio él usaba unos tirantes de elástico de rayas eléctricas multicolores y el pantalón de casimir azul bien puesto, y bien planchado, y sin arrastrar las mangas de las perneras. Era evidente que entendía, tanto de negocios, cuanto, de elegancia, una extraña mezcla de Dandy de los tiempos de Dick Tracy, con las bondades ligth del marketing de un Mandino o un Cuauthémoc Sánchez—. Nadie le puede ofrecer más bajo, estoy botando la casa por la ventana porque, como usted puede ver, no pago valor de piso de almacén ni impuestos a prefectos o alcaldes. Mi negocio es apenas un bazar casero que funciona en mi propia casa, donde vendo solo artículos raros y de ocasión, nada al por mayor ni en serie. Nada que ver. Todo exclusivo…

El hombre que estaba frente al joven vendedor tenía toda la pinta de un anticuario de San Roque o, quizás, con más precisión, de La Mariscal. Bien elegante y con un sombrero de la época de Los Beatles o del rey del Rock and Roll, Elvis Presley. Se acercó un poco más al muchacho, y con los ojos saltones, llenos de admiración o de incredulidad, le dijo:

—Pero, joven, ¿usted me está hablando en serio…?

—Claro, no hay ninguna razón para chantarle bromas —respondió el extraño mancebo metiendo el dedo pulgar bajo el elástico de su tirante derecho y con una convicción más firme que la de un tigre de Bengala en busca de su presa—, solo hago negocios, mi ética comercial no me permite andar jugando a la vaconita hincada o al sin que te roce…

—…¿O es que le agrada tomar el pelo a la gente?

—¿Por qué me lo dice, caballero?

—Por favor, primero contésteme a esta pregunta —dijo el caballero alzando la mano y el dedo índice hasta la altura de la sien y moviéndolo nerviosamente—: ¿Es usted quien puso el aviso en el Diario, este aviso, —insistió, mostrándole un recorte ajado de prensa— que dice: “Vendo la Caja Ronca, precio de liquidación”?

—¿Usted cree que tengo algo zafada la chaveta, no? Pero, como usted puede ver —respondió el mancebo, acercándose al recorte de prensa y señalándolo con el dedo—, aquí está la dirección, mi dirección, mi teléfono… No veo el por qué duda de mi persona, de mi local…

—Eso no lo discuto ni está en juego, joven, lo que le pregunto en realidad es, aunque ya solo preguntarlo me parece tonto, ingenuo o fantástico, que yo mismo no sé…, es que: ¿En verdad está vendiendo una caja ronca, digo, La Caja Ronca?

—¿O sea que he estado hablando para un personaje de las Mil y Una Noches dijo el muchacho tocándose la frente y mirándole luego al caballero con muestra de incredulidad—, perdone, ¿es usted de esta o de la otra?

—Qué le pasa…

—No, es que, entonces, no me ha escuchado nada de nada.

—¿Por qué?

—¿Por qué? Porque me he pasado varios minutos explicándole a usted las bondades de la Caja Ronca y su precio sin competencia, su historia y su calidad, y usted ahora me viene a hacer preguntas fuera de foco, me parece que usted realmente no está interesado…

—A ver, a ver, a ver, vamos por partes. Reconozco que apenas entré y le vi a usted y luego le escuché, trataba de entender… creía, mas bien, que o usted estaba chalado, o cerca, o quería verme las costuras o, lo que más probable me parecía, que estaba pretendiendo timarme…

—No acostumbro…

—Pero, por favor, siga escuchándome… Porque, usted me dará la razón, reciencito no más le vendieron a un australiano la Plaza de la Independencia y eso es poco, antes a otro multimillonario le hicieron el negocio del siglo, le hicieron comprar la Torre de Eiffel… Y, claro, como todos lo saben, ninguno de los millonarios obtuvo nada que no sean los papeles de la compraventa. Es esta, tal vez, la razón de que, en verdad, no le he estado oyendo en realidad con atención, ni, por supuesto, entendiéndole, lo que es nadita de nada…

—¿Entonces?

—Bueno, creo que debemos empezar por el comienzo…

—Diga usted…

—¿Es que en realidad existe una Caja Ronca como objeto material concreto?

—Existe, lo tengo yo, y quiero venderlo a buen precio, diría mas bien que lo estoy regalando…

—A ver muestre…

—Tiene muchas dudas, ¿no? Primero tengo que explicarle, porque es un objeto muy delicado y complejo que le puede dar felicidad, pero también traerle muchas complicaciones… Y tiene que seguir al pie de la letra las instrucciones. Bien, pero dígame, exactamente ¿por qué tiene tanta desconfianza?

—Porque yo creía que era solo una leyenda quiteña, nunca me había puesto ni siquiera a pensar que exista un objeto real, ¿sabe? Y que, a lo mejor, lo que usted estaba vendiendo es la versión original, el manuscrito principal, el papiro o pergamino o un libro incunable, inencontrable, referente a la leyenda de la Caja Ronca, o algo por el estilo…

—No, amigo, la Caja Ronca existe, y no es que yo tenga movida una teja de la cabeza, como usted desde el principio parecía insinuar, no, si usted la adquiere puede verla, cogerla, olerla, empacarla, pedir el libro de instrucciones y hacerla funcionar el día, la hora y el minuto que usted prefiera…Será tan suya como el hombre que tenía la Lámpara Maravillosa …

—¿Tan así…?

—Como me oye.

—Si no es mucha molestia, podría expli…

—Ya. Pero ahora no me haga perder el tiempo, le ruego escuchar atentamente.

—Bien…

—La Caja Ronca es una caja y es ronca, tan simple y diáfano como eso. Pero no es su pálida y hasta grosera versión material lo que interesa. Hay que ver primero lo que significa y luego lo que puede hacer, o no hacer, de ahí a su precio hay una grada que bien puede ser de una diferencia tan abisal como la que existe entre una lagartija y el Dinosaurio Rex. Para ser más simple: no se puede poner precio a una noche de luna o a un eclipse de Mercurio. Pero, como estamos en la época de la globalización y del mercado libre, tenemos el derecho y hasta la obligación de vender si es posible, y en cantidades exactas, los churos de María Magdalena o la espada de Damocles…

—Pero ¿por qué…?

—Por supuesto, es un decir, una manera de entender los fenómenos actuales. Desgraciada o afortunadamente las leyes del mercado están mezcladas en todo, desde el suspiro del poeta o la actriz más famosos, hasta las nuevas versiones del televisor supra real. No digamos con objetos cuya naturaleza no solo que es antigua, como la Caja Ronca, sino que son de alguna manera únicos e inencontrables.

—¿O sea que hay varias…?

—Había, amigo, había. Hoy solo yo soy el feliz poseedor del único ejemplar sobreviviente…

—¿Pero es… auténtico, puedo verlo?

—Tan auténtico como yo o usted podemos serlo. Pero antes de que usted la pueda ver, tocar y hacerla funcionar, es necesario que yo describa sus potencialidades y limitaciones, porque en el prospecto de instrucciones solo encontrará usted la parte práctica, funcional de ella y no su causalidad y sus efectos.

—A ver…

—La Caja Ronca, en su interior es un rombo circular de una materia viscosa y elástica como lo puede ser la piel de una rana o la piel de serpiente de pantano con la cual hacen gongs los músicos de la China continental. El cerco es de cristal de cuarzo, una especie de cintillo de un pandero para hacer bailar a osos, pero que en la práctica es una antena satelital de orden natural cuyo objeto es sintonizar el sonido madre del universo. Cada protuberancia, porque tiene muchísimas, expresa una radiación hertz X, la cual tiene correspondencia con determinadas franjas del espacio exterior, sobre todo de aquellas vinculadas al ruido remanente del Big Bang, luego de su primer minuto de explosión. De acuerdo a las características los alveolos o botones trabajan en frecuencias cortas o largas, infra-ondas o supra-ondas, que tienen que ver con varios fenómenos del metabolismo social y físico de todo lo circundante. Por lo que puede brindar placer o generar dolor, pesadilla o gozo, revelaciones científicas o místicas o elucubraciones infernales…

—¿Pero y el sonido gutural, aplanado, que se le atribuye que genera en las paredes de las casas antiguas…?

—Esa función solo es la más llana, la más cómoda del abanico de sus posibilidades. De hecho, denota solo el carácter primitivo o ingenuo de su poseedor, quien trata de llamar la atención con un ruido tipo de péndulo de reloj o de matraca afónica en las noches de luna en creciente o cuando se está en los velatorios de invierno en barrios o periferias suburbiales. Pero la Caja Ronca tiene personalidad múltiple. Le puede permitir auscultar la corriente arterial de los batracios, acentuar o alejar los silbidos de los ofidios, puede hacerle ver el árbol sin perder de vista el bosque y entender los llamados de los pájaros nocturnos y solo de ellos. Por lo que puede conversar muy bien, largo y tendido, con los tayos amazónicos, los búhos nocherniegos y los murciélagos del monte montubio, sin olvidar las almas en pena.

—Pero no veo la im…

—¿Le parece poco lo que le estoy diciendo?

—Pero la televisión, la realidad virtual…

—Ahí está la gran diferencia: La Caja Ronca no es solo realidad virtual, sino, al contrario, una virtual realidad. Con ella usted no tiene la imagen del grillo o de sus notas insistentes que vienen desde la era en que los insectos eran amos y señores de la naturaleza, sino que tiene a los grillos mismos y su realidad ancestral. Usted aplasta una protuberancia y bien puede amanecer en la era de los dinosaurios o cuando la Tierra estaba en la época de la chispa y la candela, cuando todavía no se había enfriado o cuando su calor era tan endiablado que su ejemplo dio para que las mitologías y mitos cosmogónicos, cada cual, a su manera, inventen sus infiernos y sus infiernillos.

—¿En virtual realidad?

—Así es. De ahí la importancia de que con este conocimiento usted no puede no más aplastar cualquier protuberancia porque… puede llevar mucho tiempo el regreso a la realidad virtual…

—¿Y cómo sé…?

—Para eso sirve esta conversación y la lectura muy atenta del folleto de instrucciones. Este le sugiere con precisión y de acuerdo a sus intereses y a su talento de usted, qué puede y debe pedir a la Caja Ronca y qué botón o botones aplastar para cumplir sus especiales designios. Por eso le recomiendo, si es que usted compra la Caja, que no toque nada de ella hasta cuando se familiarice y domine todas las instrucciones porque cada maniobra es precisa y tiene sus consecuencias inmediatas En general, las protuberancias internas, que parecen lentejas o tetillas de perra madre, las que se encuentran más al centro del diafragma de la Caja, son para las transformaciones de naturaleza zoológico o botánica sin abandonar el globo y el nivel de audición es imperceptible en algunos casos y, en otros, soportable a pesar de gruñidos, maullidos y aullidos en toda la escala de la naturaleza animal. Las más externas pertenecen al campo unificado del espacio y el tiempo, los túmulos estelares y el vacío estelar. Las intermedias solo tienen que ver con el fenómeno mental y de las personas en el entorno familiar, de provincia y hasta del estado nacional. Puede percibir y aprender a distinguir las modalidades sónicas de cada persona o clan familiar, cuando una ruptura de voz implica un sollozo o un llamado a la corrupción o el talento de los hombres para mentir o decir la verdad con toda su orquesta.

—…Pero, con tantas bondades… ¿por qué usted quiere venderla?

—Porque tengo una copia perfecta y operativa…

—Entonces la Caja no es única…

—Lo es. La que queda conmigo solo es un clon. Perfecto, lo admito, pero es solo un clon.

—¿Y el precio?

—68 mil dólares de contado y 180 mil a plazos pagaderos por usted, un familiar suyo o un garante. Usted debe decidirse este momento porque luego, no le garantizo nada. Ya ve usted la cola de personas que hay afuera esperando a que se les atienda…Ud. dirá.

—¿Podría hacer una rebajita?

—El precio es fijo. Es muy módico: apenas ocho mil dólares más de lo que le costó a Bill Gates la primera versión de Windows comprada a un muchacho como yo y, de genio, pero sin experiencia… La versión Windows de ese chamaco es a la Caja Ronca, lo que un taparrabo comparado con un terno de Cristian Dior. Y no se hable más.

—La adquiero, de contado, por curiosidad…

El mancebo instruyó a una secretaria para que anuncie a la gente que estaba haciendo cola que la Caja Ronca estaba vendida. Luego fue a la bodega, sacó la Caja Ronca y un folleto de aproximadamente 120 páginas intitulado, Manual único de instrucciones para el uso de la Caja Ronca. Intransferible El cliente pagó de contado y le consultó:

—¿Puedo llamarle por teléfono o entrevistarlo para cualquier dificultad o problema que se me presente?

—Por supuesto, y hágalo con la misma Caja…

—¿Puedo hacerlo…?

—Claro.

—¡…!

Por lo demás, todo está conforme. Siga al pie de la letra las instrucciones, tal como yo lo he venido haciendo a través de estos siglos.

El cliente cogió la Caja y sintió como tener el latido de un molusco pesado y resbaloso entre las manos.


Fabián Núñez Baquero (Tulcán, Ecuador, 1942). Poeta, escritor ecuatoriano. Ha publicado varias obras entre las que se destacan: La Uña de la Gran BestiaEn torno a MontalvoSolo de amor me rindoVoces errantesPura LámparaMorir de España dos vecesHomenaje al libro y al escritorMartes 13. Mantiene un blog donde se puede encontrar además sus ensayos: Umbral de voces: http://umbraldelasvoces.blogspot.com/


Foto portada tomada de: https://bit.ly/2PMA9Px

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