Hurgamandrake* | Dalton Osorno

Por Dalton Osorno

(Colaboración especial para Máquina Combinatoria)

 

Acuso recibo público sobre la misiva trocada el 2 de mayo de 2002; por considerarme confeso y convicto hurtador de parrafadas de otras autorías. Espécimen en real extinción: solitario, vehemente, receloso, hipócrita lector e infatuado copista del marjal. Transcribir la última epístola de Mandrake es la tarea que me ocupa en esta larga noche. No es un acto de vulgar canallada, reprochado y condenado por develar la correspondencia de un fraterno de la ficción sicalíptica. Debo advertir, a ustedes, que la traducción no es mía ni libre como podrán comprobarlo, ya que dicha esquela fue leída primero, y luego vuelta a nuestra lengua por la camarada Nélida de Matos Barreto, quien tiene por oficio complejo y amañado menester literario. Auxilio que preciso, ya que cada vez mi capacidad visual empeora considerablemente y no puedo descifrar, rectamente, los rasgos de la fogosa plumada de Rubem en portugués. Después del saludo de rigor la misiva reza, sin ninguna alteración apañada:

Confieso a relevo de culpa que, en el asunto narrativo que te lleva comprometido ahora, he sido una especie de contumaz investigador policiaco de esas maravillosas criaturas de la sombra, de quienes doy cuenta en mi escritura de mentado pornógrafo, pues de ellas he recibido sabidurías que puedas imaginar: representar ciertamente. Paso a reflexionar en la desbocada travesía. Ligar con hurgamanderas es mucho más interesante: interesantísimo y cautivador, pues la variedad de pelandruscas es espléndida e infinita. Míralas, echa bien el ojo cuando están en su ajetreado quehacer: existen las prójimas dulces, dóciles, duras, generosas, turbulentas, ostentosas, fieras, arranchadas, cultivadas, parlanchinas, ignaras, bravías, pedigüeñas; las que hacen quiromancias y parlotean de cafiches, políticos y militancia partidista, comentan espectáculos; crédulas e incrédulas que niegan y reniegan de su propia práctica religiosa; las que leen revistas de deportes, modas, tiras cómicas, horóscopos, columnas sociales, obituarios, chismes de farándula, gastronomía y finanzas; las esbeltas, medianas, menuditas (Mulher pequena, como en la canción de Roberto Carlos), las muñequitas de porcelana, jovencitas agraciadas; cuarentonas o cincuentonas que mantienen figura y firmeza con dietas, pesas, ejercicios y aeróbicos en gimnasios, retocadas por la magia del bisturí, maduras, púdicas ninfas, jamonas, negras, rubias, mestizas, caucásicas, pelirrojas, chinas, ribereñas, hindúes, mediterráneas, serranas, católicas, espiritistas, evangélicas, macumberas, prestidigitadoras; litúrgicas, como la mulata pernanbucana que después de recibir el caire del punto lo apretaba contra su coño y afirmaba que aquello le daba suerte en el trabajo de cada día, que era una tradición heredada de la abuela que fue una conocida zorrupia y afamada madrona de la negritud, y recitaba con argentada voz: Da mãe prostituta, prostituta a filha, prostituta a neta e prostituíram o grande cobertor que os cobre. Tantas anécdotas para desgranarlas libremente y unas tijeras de buen sastre para recortar la inmensa cárcava de carcaveras. Las miras, comparas, vuelves a tasar, seleccionas y entras a coger con la iza tal y como la deseas, no necesitas recurrir a ningún otro truco, discernimiento o fórmula selectiva. Claro que es obligatorio protegerse: salvaguardarse por siempre. Hoy ya no puede ir uno al tálamo de los placeres pagados sin capuchón, ni siquiera con una santa hermana de la caridad divina, peor con una zagala de sonrosados muslos y concha angelical. ¿Qué sabe el clero y la misma madre iglesia católica, apostólica de rameras y ribaldos? Estimado condiscípulo, debo pasar por tu querida e inolvidable tierra mar una vez más -ciudad del grande rio y el salobre estero-, leer los originales del libelo, hacer ajustes de forma y fondo antes de su segunda edición, recorrer la favela putesca con sus rumbosas rabizas, pues la versión electrónica que me enviaste engendra ciertos asuntos, acciones, garotas de la noche y engañifas creíbles e increíbles: copista maluco do mar filho da puta da alma.

    1. Fonseca.

*Reservados todos los derechos de autor, camarada. El contenido de esta relación epistolar no podrá ser reproducido total ni parcialmente, ni almacenarse en sistema de reproducción, ni trasmitirse por medio alguno sin el permiso previo, por escrito de sus editores, excepto en Hurgamanderas o Crónica para jaibas y cangrejos del birlador destinatario.

 


Dalton Osorno (Jipijapa 1958). Escritor ecuatoriano. Ha publicado: El vuelo que me dan tus alas, cuentos. Y los poemarios: Visión de la ciudad, Palíndromo, Amantazgos, No hay peor calamidad, desfachatez, infatuamiento que un poeta enamorado, Premio Único del VII Concurso Nacional de Literatura M. I. Municipalidad de Guayaquil y Duración del esfumato. Compilador del libro El zaguán de aluminio del bardo Hugo Mayo. Coautor de El escote de lo oculto, Antología del relato prohibido. Incluido en la Antología Básica del Cuento Ecuatoriano de Eugenia Viteri, 40 Cuentistas Ecuatorianos de Carlos Calderón Chico y en Lengua, me has vencido, Antología de poesía bilingüe de Marcelo Báez. Recibió el Premio de novela breve La Linares 2020 con Crónica para jaibas y cangrejos.

 


Foto portada tomada de: https://bit.ly/3bE7VxY

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