Por Sonia Montenegro
(Colaboración especial para Máquina Combinatoria)
Tal vez la costumbre se vuelva una fecha
el bienestar se lo reparten en el café
defienden al intruso y al bastardo
no hay una mano donde no esté
en la paz del tirano
pero sé que eso dicen las palabras
yo las sé seguir
yo las sé entender
que no se confunda el mar con una gota de agua
no hace falta el alcohol pero si los barcos; se pintan con el mantra de la ridiculez
y cada vez su herida es intrascendente
siguen aplaudiendo a la carne y a su criminal
siguen pasando los burgueses como un mostrador en feria
terminamos siendo rehenes del depredador
mutamos en la maléfica y subsidiaria desilusión,
hay que saber que aquí hasta el cielo se fuga
sus promesas son un desastre;
su ostracismo es un eufemismo
se enaltecen y van cómo un cordón de autómatas
no perciben más que su pecaminoso deseo
desatan las lenguas que callan mi única lengua
una soledad que no conoce la amistad en un banquete donde nada más queda la venganza
no hay ciudades pero si hay futuro
y de pronto quieren llegar hasta nuestro esqueleto
hay que considerar
solo queremos nuestro lado
que ni siquiera queremos oponernos y de pronto nos salen con su domingo 13
aceptar una marca aunque nos duela la piel
nos profanan con su turismo
nos desintegran con su invasión
dejar el culto por industrializar el sentido;
nos contemplan con aspereza,
lo mítico va perdiendo su acento,
la ira hace una moneda
interrumpe nuestra oscuridad;
se creen extraños cuando no saben qué hacer con nuestra desesperación;
porque nunca nos entregaremos a brillar cómo una moneda
por eso nos condenan,
no se dan cuenta de su vida
nos ofrecen una neurosis donde hay poca sangre;
nos falsifican la génesis
nos enfurece y nos choca
es un contravenir con nuestra poesía que no es una respuesta capitalista
profesan en lo perverso la voluntad trastocada
el desvelo del desengaño cómo un fósil en su encarnación afrodiana
en el tragaluz
entre las minucias semanales
en la cornisa del insomne con su dejavú radioactivo
llegando al inoperante fin
persistiendo como un rayo luminiscente entre un lado de lo confuso
y al otro lado lo implacable.
Sonia Montenegro (Tulcán, 1988). Poeta y docente. Estudió Literatura en la Universidad Central del Ecuador y participó de los talleres de escritura creativa de la Casa de la Cultura dirigidos por Diego Velasco; fue ganadora del Premio de Poesía Jorge Enrique Adoum (Interfacultades Universidad Central del Ecuador. 2010) y del Premio Paralelo Cero 2011. Sus poemas constan en varias antologías y ha publicado “La miel del silencio” (El Ángel Editor).
Foto portada tomada de: https://www.pexels.com/es-es/foto/ciudad-gente-calle-caminando-1687093/