“¡Alas!”, los cuentos fantásticos de Soto | Iván Rodrigo Mendizábal

Por Iván Rodrigo Mendizábal

 

 

Paulina Soto, escritora lojana, publicó en 2006 un libro de cuentos titulado ¡Alas! (Casa de la Cultura Ecuatoriana, núcleo Loja), el cual reúne 12 textos de su creación. El título y la portada ya señalan el motivo que está detrás de los cuentos: seres alados, alas que son deseadas por algunos de los personajes… y, más allá de ello, metáforas quizá ligadas a vencer las ataduras en las que uno está envuelto.

Lo fantástico y lo liminal

¡Alas! es un libro sobre seres que se transforman o aspiran el cambio a sabiendas que el camino que enfrentarán puede tener altibajos, incluso enfrentar a la propia muerte. El título parece connotar a estar atentos cuando se presente la ocasión para hacer el cambio, al igual que podría ser alguna voz de advertencia frente a los destinos que uno podría afrontar. La portada del libro, asimismo, es particular, el cual nos pone, en cierto sentido, en lo que es lo significante del volumen, un trajinar entre lo fantástico y lo real, quizá, con propiedad, en el mundo liminal. Tal portada se titula “Nuevo ser”, dibujado por Yorqui Llacxaguanga, en colores azulados y magentas, mostrando a un ser con forma de mujer y con alas transparentes, quizá de insecto, desde los cuales hay ojos que miran acaso al lector. El mundo es de ensueño, es surreal, cósmico, tratando de representar la temática del libro: seres que emergen o que mutan no solo corporalmente, sobre todo espiritualmente –a veces nos preguntamos si este tiene algo de mal o de bien–, rozando la muerte, que, en este caso, podría ser idéntico al orden-caos cósmico.

En efecto, los cuentos son fantásticos. Una particularidad de lo fantástico es que, partiendo de mundos o de hechos realistas, lo que se narra pronto tiene un cambio que deja inquieto al lector. Soto usa esta estrategia, ya clásica, para presentarnos algunos cuentos que pueden leerse como fantástico-góticos, fantásticos terroríficos, fantásticos maravillosos y también ciencia ficción con sentido fantástico –pienso acá en los planteamientos que alguna vez hiciera Tzvetan Todorov en su Introducción a la literatura fantástica (1970)–. Pero un hecho que diferencia respecto a la convención literaria fantástica es que muchos los cuentos de ¡Alas! están siempre en el terreno de lo liminal. Soto sabe exponer mundos que están por romperse, por quebrarse, por cambiar; sus personajes caminan sus existencias entre el deseo de vida y de muerte, entre algo indefinible, entre lo que es y no es, entre lo que está queriendo dejar de ser y lo que está naciendo acaso con cierta dificultad, cosa que puede llevar al asombro o quizá a la misma inquietud. ¿Son cuentos morales sobre la maduración? En cierto sentido sí, porque Soto no desaprovecha la estructura del cuento para exteriorizar los peligros o los dilemas que estarían en los caminos que, sobre todo los adolescentes o los jóvenes enfrentan. Dicho de otro modo, el libro de cuentos ¡Alas! habla de ciertas problemáticas actuales desde la perspectiva fantástica, logrando que los sesgos de tales problemáticas se muestren a la vez con la crudeza o con la poesía necesaria. Hay que resaltar, por otro lado, en este último sentido, un cuidadoso manejo del lenguaje, una cierta poética textual que evita que caigamos en lugares comunes de significado o con imágenes mentales que podrían rayar la crónica roja.

Problemáticas de juventud

Una de las problemáticas aludidas es el suicidio. Las historias en el fondo buscan una causa: el desamor, la falta de correspondencia mutua, pero, además, el ímpetu que evita tener cabeza más fría. Sin caer en determinismos, Soto trata de conflictuar ese mismo ímpetu. Vemos algunos de los cuentos de ¡Alas! que se relacionan con este asunto.

Es el caso de “Celestial amor”, el cual parece un cuento satírico sobre una muchacha, una jovencita, a la que le va mal en todo, es decir, en los amores, en la universidad, por lo cual quiere provocar su propia muerte. El modo de contar los detalles por parte de Soto hace que notemos que en todos estos asuntos hay mucho de estupidez juvenil, de falta de madurez, porque, además, en tanto la protagonista del cuento, Rosana no es consciente de lo que es, provoca que su ángel de la guarda, en el intento de salvarla de un accidente automovilístico, termine malherido, con un ala trizada, con magulladuras en el cuerpo. ¿Suena a broma? Hay un contraste entre el modo de narrar irónico que luego se transforma en algo trágico, porque el ángel va perdiendo sus características celestiales y la muchacha, a la par, conoce el verdadero amor. Lo fantástico está en la representación de la ira de Dios que es desencadenada sobre su emisario y, como consecuencia, en la propia joven. Soto a la final nos lleva a preguntarnos, quién es causante de que el equilibrio cósmico –en lo terrenal– termine siendo alterado: la fatalidad es algo que uno escoge gracias al libre albedrío.

Otro es “Contra viento y marea”, sobre una muchacha que siente no ser correspondida en el amor, decide ir por el camino del suicidio. Aunque sea obvio este hecho, Soto nuevamente nos remite al tono reflexivo ubicándonos en lo fantástico. ¿A quién corresponde el alma de un suicida? El mar es el telón de fondo, con el dios Plutón que pretende convertir a la protagonista en sirena. Y está el ángel de la guarda que pugna por recuperarla de ese destino, sintiendo que la joven tuvo en él último momento un signo de arrepentimiento. La autora nos hace reflexionar hasta qué punto un postrero signo puede ser causa de muerte o de salvación.

Uno tercero es “El hada y el duende”, cuento que es, respecto al conjunto de las ficciones de ¡Alas! uno que tiene algo de maravilloso, aunque el sentido final sea trágico. La representación de dos formas de vida, quizá dos formas de socialidad, de las hadas y de los duendes es particular: los duendes son seres que odian a las hadas, sirviéndoselas como un platillo; y las hadas tratan de no tener contacto, por su seguridad, con esos seres repulsivos. ¿Qué pasaría si hay enamoramiento entre seres de ambas culturas completamente opuestas? Soto evoca el amor entre jóvenes de condiciones sociales o culturales distintas, cuya pasión y entrega nunca podrá ser admitida entre sus semejantes. Este tema no es nuevo y, aunque recurrente, es siempre actual, más aún cuando en la sociedad real, por más que se diga lo contrario, el tradicionalismo de las familias y comunidades puede ser determinante para la existencia y convivencia de sus componentes. Como algo irrebatible aparece el suicidio y también la cobardía. Pese a que el cuento tiene trazos sumamente sugestivos, termina decantándose hacia un horizonte ya presentido.

La incomunicación y sus consecuencias

El desamor puede llevar a la incomunicación; pero no solo eso, también al feminicidio o la violencia de género. Soto apela a lo fantástico para tocar estos temas y otros.

Por ejemplo, “Triple” tiene como trasfondo el feminicidio. Pero ¿se puede hablar de este tema desde la perspectiva de lo fantástico? Soto demuestra que sí y quizá, aunque el sentido del cuento pueda ser contradictorio, consigue incluso sacarnos de las imágenes terroríficas narradas. El sino del protagonista, ominoso, es la de ser el doble o la misma encarnación del ángel caído; pero él ha engendrado a un hijo, el cual tampoco –para él– merece la vida; y he ahí está el dilema que presenta la autora, pues una cosa es la destrucción de una vida y otra, la ruina de sí mismo por causa de matar al propio engendro. Con el ángel celestial reflexionamos sobre esas vidas perdidas, sobre esos seres que queriendo recuperar su posible brillo, su obrar los lleva a la perdición. Por ello, un hecho fantástico connotado en el cuento: ni el infierno, ni el cielo, ni el perdón, ni la venganza divina: el destino es estar errando como una estrella en el espacio infinito, porque, dice el narrador, “—Cada estrella representa una cosa que Dios no ha podido entender”.

Igualmente, “La cadena”, es una historia caso de terror, acaso de horror: por un lado, turba, pero por el otro, nos pone ante la situación de algo que no se puede decir y que, al proferirlo, implica lo más abyecto de la condición humana. El artilugio ya puesto en el título del cuento es causa de una vida que se hereda, quizá como maldición. El meollo es una familia en crisis por la violencia contra la mujer, por la violencia del padre y la asunción de que ese estado de cosas puede saldarse solo con el perdón. ¿Qué pasaría si el propio padre incluso viola a su hija quien tampoco puede zafarse de la cadena a la que está sujeta? Soto se muestra descarnada, su texto es un golpe directo a la imaginación y al sentido común. Desnuda una realidad presente, aunque el cuento lo matice como un infierno indescriptible. La fuerza de este cuento radica precisamente en este hecho, en que el giro fantástico haga aparecer el horror de una manera perturbadora.

Un cuento muy particular, quizá el más potente de todos es “La imagen”, sobre la muerte, siendo su tono el terror. La voz narradora habla de una niña tan pobre que vive de la mirada, de las migajas y de la “gula pederasta de los gentiles”. Se refugia al pie de un ángel con ala rota en una parte de alguna iglesia. Su destino ya está planteado con estas señas; su muerte, acaso por suicidio, acaso por violencia contra ella, es lo más terrible. Soto pinta el abandono de la niñez como si fuera una pintura tenebrista, con sus matices oscuros, con sus sombras que evocan la tristeza, con una luz tenue que permite, mediante la narración, fijarnos en el rostro acaso fantasmático de un ser que escapa a toda percepción más detenida. Y lo interesante es el giro que la autora le da al cuento: solo los niños pequeños pueden ver a ser que pronto se revela como otro ángel. Llama, por otro lado, la indicación a la “gula pederasta”, objeto que en vida parece sufrir esa niña; no solo es una crítica a un tipo de sociedad, parece ser el señalamiento a algo indecible, horroroso, contra las niñas, es decir, la violencia contra la mujer.

Reconocer y ser reconocido

La soledad como expresión de la incomprensión, de la falta de reconocimiento, de la misma falta de amor, es otro asunto de ¡Alas!

Lo percibimos en “Canción de ciudad”, sobre un muchacho que es desafiado por unos duendes a concursar por un premio de composición musical. Él sueña con la música hasta que la hace realidad; ella, corporizada, sabe que vive en una rutina escolar, en la típica amistad de compañeros y compañeras que le buscan solo para copiar trabajos, etc. La salida es ir a vivir en el mundo fantástico de la música; la música-cuerpo-mujer le dice, si se cumple tal propósito: “Mi hogar te encantaría, es fantástico. Allí, la imaginación no tiene límites. Te convertirías en esencia pura, serías parte de Dios”. Con el hada música entonces caemos en cuenta que este muchacho tiene una falta de amor. ¿Lo rutinario, lo material, la vida misma no termina llevando a muchos a darse cuenta de un vacío existencial?

O también en “Alas negras”, otra historia sobre un amor no correspondido por cuya causa, el protagonista, un adolescente busca la ayuda de una bruja para tener alas y parecerse a un ángel; la finalidad, el ciego deseo de poseer a quien ama. Imaginemos que todo sale no como se desea, aunque se adquiere las alas, pero se vende el alma al demonio. Soto muestra a un ser repulsivo. La transformación es hacia un animal repugnante. Y he aquí que la autora ensaya el camino de lo moral, en tratar de repensar en qué es uno y que por fuerza de los actos impulsivos lleva a las peores cosas. El cuento incita a pensar, a reflexionar sobre un momento de la vida donde se es impetuoso, pero sin tener la conciencia de sí, la conciencia de la responsabilidad que implica la madurez. Por ello, una vez que se descubre el nuevo camino, aprender a volar con las nuevas alas de una moralidad distinta es posiblemente también dolorosa y a la par un reto.

Por su parte, “Agua” es una historia truculenta, de amor y de venganza. La muerte de una mujer que intentaba mostrar al personaje central su amor incondicional, a sabiendas que este le rechaza, le lleva a concienciar pronto de la pérdida, cargando sobre sí castigo por su egoísmo y por su incapacidad de escuchar el amor. Quizá este cuento es más realista que los demás; desentona del conjunto fantástico, aunque prevalezca en su interior el tema del desamor.

Aprendizaje y nueva identidad

Y, finalmente, estaría la pregunta por la vida. La transformación de todo ser es una especie de metáfora del aprendizaje y de saber concienciar para qué se está en esta vida.

En “Mariposa”, otra historia trágica, el destino está demarcado, sin saberlo, por la propia pasión amorosa. La narradora, la mujer protagonista, nos cuenta su historia cuando ya está muerta; su voz es reflexiva: por ese recurso percibimos de una vida acaso disipada, acaso inconsciente, como el de toda joven que busca el amor real y enfrenta los vericuetos de amores furtivos o amores celosos. Soto juega con la idea de la mariposa, un ser distinto, una transformación, a partir de un estado anterior, cuando la mujer sabe de su cuerpo, de su belleza exterior, de su potencial de feminidad. El relato puede parecer anodino, hasta cierto punto banal, pero el salto está en que percatemos que la muerte es un estadio, un momento que permite la reflexividad; la misma imagen de la mariposa, en su dimensión evanescente, representa la futilidad de la vida.

“Equilibrio” es un cuento de ciencia ficción que igualmente dialoga con lo fantástico. Lo interesante del relato es sobre una comunidad de extraterrestres que, por un accidente, ya no pueden volver a su planeta. En la nave está una ingeniera genética con una larga historia de intervenciones: lleva a la transformación de sus compañeros, incluso a la clonación, a sabiendas que la muerte también les persigue. Uno de los descendientes de tal comunidad toma contacto con la Tierra y se involucra en la vida de unos jóvenes. Soto nos hace descubrir la existencia de otras formaciones extraterrestres, otras culturas que no desaprovechan el contacto y, con ello el aprendizaje. El deseo de volver a la patria no conocida, al mundo originario, es, en cierto modo, el eje de este cuento, acaso como reminiscencia del romanticismo en el siglo XXI. Estas culturas extraterrestres, por otro lado, saben volar y las alas que además portan sirven para liberarse de los entornos materiales.

“La arpía y la bailarina” es el diálogo entre dos seres acaso mitológicos, acaso fantásticos. Recuerdan que han sido salvadas, evocan su pasado, miran como una evaluación lo que han sido. Esto mientras una de ellas espera el parto. Es otra niña que nace. Y los seres, curiosamente, son mujeres. ¿Un canto al lesbianismo?

La transformación como asunto literario

¡Alas! puede pensarse que es sobre la libertad en general o sobre la liberación de sí. Hasta acá he expuesto que Soto intenta cargar otro sentido a las alas. Implican la transformación, el dejar de ser y ser algo nuevo –ya sea intencional o inconscientemente–, pero también las alas pueden implicar a los dispositivos metafóricos –“tener alas…”– que representan la vanidad o el atrevimiento. A su vez, la osadía o el ímpetu. Los personajes de los cuentos no vuelan como los pájaros, sintiéndose en libertad, sino que las alas son causa de sus desgracias o desatinos. Los seres alados permiten confrontar a los que no los tienen y que desean partir, es decir, desean la muerte. Cosa curiosa si pensamos, por contraste, solamente en cierta literatura que pretende ser “positiva” –fuera de aquella facilona denominada de autoayuda–, la de Soto tiene la impronta de lo moral.

Un hecho fundamental presente es que todo ímpetu, todo deseo, para bien o para mal, lleva a ir a otro horizonte. Lo que percibimos hasta acá es que ese vuelco a abrazar otro horizonte que está constreñido, sometido aún a la falta de conocimiento de sí; por ello, la cuestión de lo liminal. Cualquier decisión lleva a un punto de no retorno. Eso es lo primordial que Soto trata de demostrar.

En ese camino que implica concienciar la transformación, aparece el tema de la identidad. Y ese asunto es más claro en el último cuento de ¡Alas!: “La arpía y la bailarina”, pues se trata de zafarse del pasado, de ir más allá de aquel o, mejor dicho, de trascender el pasado como algo convencional, de hacer nacer al nuevo ser dentro de sí. Soto, en este contexto, alude a la identidad, a una forma que excede a lo social consabido y ese es ya un reto interesante en esta obra literaria. En cierto sentido, la pregunta sobre la identidad social y la identidad personal parece que es algo que permea su obra. Una novela de ciencia ficción posterior al libro que comento, Ciudad de vírgenes (2016), alude a este asunto –para el caso se puede leer mi artículo “Clones y mundo exterior”, publicado originalmente en la revista Amazing Stories, el 4 de marzo de 2019; mismo que fuera vuelto a publicar en mi blog Todo Iván Rodrigo Mendizábal y luego en Ciencia ficción en Ecuador, el 23 de marzo de 2019). Allá el asunto oscila entre vivir en una sociedad normada y creer que se escapa de ella, cuando en realidad también se descubre que habría otra igualmente normalizada en los bordes de lo exterior. En cualquier contexto, la identidad vendría a formar parte del ser; luchar por su prevalencia en los entornos sociales es un reto. Y creo que ese el horizonte que nos plantea Paulina Soto en su ¡Alas!

 


Iván Fernando Rodrigo Mendizábal. Doctor en Literatura Latinoamericana por la Universidad Andina Simón Bolívar – Ecuador. Magíster en Estudios de la Cultura por la Universidad Andina Simón Bolívar – Ecuador. Licenciado en Ciencias de la Comunicación Social por la Universidad Católica Boliviana San Pablo. Profesor invitado de la Universidad Andina Simón Bolívar – Ecuador. Autor (entre otros) de: Análisis del discurso social y político (junto con Teun van Dijk), Cartografías de la comunicación (2002), Máquinas de pensar: videojuegos, representaciones y simulaciones del poder (2004), Imaginando a Verne (2018), Imágenes de nómadas transnacionales: análisis crítico del discurso del cine ecuatoriano (2018) e Imaginaciones científico-tecnológico letradas (2019).

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