Por Mayra Aguirre Robayo

La decodificación del texto literario es un reto y un placer: nos conecta con los contextos, las analogías, los silencios. El cuento más corto de Jorge Luis Borges se enlaza con lo enigmático y descoloca la narración que no tiene un espacio determinado, sino que nos demanda grados de imaginación en la verosimilitud literaria. Tal el caso de “El cautivo” que forma parte de El Hacedor (1960).
Uno de los personajes, un niño de ojos celestes desaparece en Junín o en Tapalqué [1] causado por un malón (saqueo, táctica militar defensiva de los indígenas de Sudamérica). Un soldado da cuenta de vivencias bárbaras laborales del niño hurtado. En lo narrativo no está la desesperanza de los padres. No es advertida: es elíptica. El autor no escribe en la ficción del relato una crónica de las circunstancias del desastre familiar: la búsqueda y el sufrimiento. Borges no inventa lo que no conoce. La lógica de lo real se manifiesta en el cuento. Nos permite a los lectores comprender lo no visto desde la palabra.
El detalle que demanda la crónica es inexistente; alude Borges a la invención que es una de las características polisémicas de la creación literaria. Vargas Llosa (Premio Nobel peruano) alude que la obra se relaciona con la personalidad del escritor. El furor de lo sagrado de la escritura está entre lo racional y lo inconsciente.
Hay incompletud escritural con visión antropológica-cultural el personaje de “ojos celestes”, ya es un hombre: no habla la lengua natal. La focalización espacial y temporal de Borges se centra en la descripción del personaje ya crecido: que baja la cabeza, grita, atraviesa el zaguán, hunde el brazo y saca de la campana un cuchillo de mango de asta, que eran parte de sus recuerdos del chico.
Para Borges el espacio es un incidente del tiempo. Nos desafía a los lectores en la representación. Todos los acontecimientos de la cultura se metaforizan en la retórica del relato. El personaje principal se fundió en el vértigo del pasado y del presente. Borges admite la duda en la homodiégesis del narrador omnisciente: nace el cautivo como parábola mística, moralista y proyectista vital.
Nota:
[1] Fortificación del período preformativo del Estado argentino. Esta línea se plantea, a través del registro arqueológico y de la documentación de la época, el estudio de sociedades que habitaron el lugar y que suelen ser caracterizadas en los textos históricos como diferenciadas: la militar, la indígena, la de civiles. Los cautivos fruto del malón, eran destinados por los indios a trabajos forzados dentro de las tolderías mientras duraba el cautiverio, hasta que podían negociar la libertad de los mismos o intercambiarlos por indios tomados como rehenes por los cristianos. Ver: http://www.ugr.es/~pwlac/G20_21Marcela_Guerci-Miguel_Mugueta.html
https://es.wikipedia.org/wiki/Mal%C3%B3n#Los_malones_en_la_literatura
Mayra Aguirre Robayo. Columnista de La Hora, docente universitaria (UTE), periodista, socióloga, crítica de cine y crítica literaria.