Por Carlos Enrique Saldívar
(Colaboración especial para Máquina Combinatoria desde Perú)
La mujer le dijo al sacerdote en el confesionario:
—Lo siento, padre, porque he pecado, simulé que no tenía a mis tres hijos para conseguir el trabajo. Los negué, acepto la culpa, aunque es cierto que he sufrido bastante, desde que mi marido nos abandonó, él nunca quiso casarse conmigo…
—Disimulé.
—¿Perdón, padre? ¿Qué dice?
—La palabra correcta es: «disimulé». Disimular es fingir no tener lo que se tiene. Simular es fingir tener lo que no se tiene.
—Disculpe, padre, me confundí. Pensé que ambas cosas eran parecidas.
—No lo son. Lo uno remite a una presencia, lo otro a una ausencia, eso decía el filósofo y sociólogo francés Jean Baudrillard.
—Lamento no saber todo eso que me menciona, padre. Soy una torpe.
—No eres una torpe. Eres una idiota. Ahora los has perdido.
—¿Qué está diciendo, padre? No le comprendo.
—No puedo otorgarte el perdón. Vete de aquí.
—¿Solo por hablar mal? ¿Ese es mi gran pecado?
—¡Vete! ¡No sabes lo que has hecho, desgraciada!
La mujer regresó humillada a su casa. Llamó a la niñera que cuidaba de sus tres retoños. Nadie contestó. Empezó a buscar por toda la casa, asustada. Al no hallarlos, decidió llamar a la policía. Pero de nada sirvió. Interrogaron a la niñera, a los vecinos, a familiares. El trámite fue corto. No había ninguna prueba de que hubiera dado a luz bebés, de que tuviera actualmente dos niños, de siete y cinco años, y una niña de tres. Lloró desconsoladamente. “¿Solo por hablar mal?”, se dijo. Les contaba a todos que tenía tres hijos. Simular funcionará, pensó. Simulaba que sus niños nunca se fueron de su lado. Vivía una existencia imaginaria, como antes de la desaparición. La creyeron loca y la encerraron en un manicomio.
Nunca supo que su estrategia funcionó. Sus pequeños aparecieron, aunque en el otro extremo del mundo. Nadie les hizo caso en ese país extraño. Tres familias los adoptaron por separado hasta que los recuerdos de los chiquillos se hicieron difusos y, con el paso de los meses, disimularon ante aquellos que los rodeaban que no tenían una madre.
Carlos Enrique Saldívar (Lima, 1982). Estudió Literatura en la UNFV. Es director de la revista impresa Argonautas y del fanzine físico El Horla; es miembro del comité editorial del fanzine virtual Agujero Negro, publicaciones dedicadas a la literatura fantástica. Es director de la revista Minúsculo al Cubo, dedicada a la ficción brevísima. Finalista de los Premios Andrómeda de Ficción Especulativa 2011, en la categoría: relato. Finalista del I Concurso de Microficciones, organizado por el grupo Abducidores de Textos. Finalista del Primer concurso de cuento de terror de la Sociedad Histórica Peruana Lovecraft. Finalista del XIV Certamen Internacional de Microcuento Fantástico miNatura 2016. Finalista del Concurso Guka 2017. Publicó el relato El otro engendro (2012). Publicó los libros de cuentos Historias de ciencia ficción (2008, 2018), Horizontes de fantasía (2010) y El otro engendro y algunos cuentos oscuros (2019). Compiló las selecciones: Nido de cuervos: cuentos peruanos de terror y suspenso (2011), Ciencia Ficción Peruana 2 (2016), Tenebra: muestra de cuentos peruanos de terror (2017, 2018) y Muestra de literatura peruana (2018).
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