Por Leonardo Wild
(Colaboración especial para Máquina Combinatoria)
No quiero caminar por las nubes y pisar en algodón ficticio dando conceptos de lo que es un taller literario. Decir que un taller literario es un encuentro entre dos o más personas, un lugar en el espacio-tiempo donde se desmenuzan o se crean mundos, está bien. Pero no es todo. Es algo más complejo que, así como puede inspirar a aquellos que desean ser escritores, también puede deshacer una carrera. Todo depende del énfasis, y de las necesidades del que decide tomar parte en un taller.
El por qué y para qué de los talleres literarios
En nosotros hay algo que nos lleva a reunirnos, a ser entes sociales, y si tenemos un interés común con otros seres humanos (como, por ejemplo, la literatura), es obvio que nos reunamos para discutir sobre el tema.
El para qué de estos talleres es algo más difícil de dilucidar, pues las razones para crear o tomar parte en estas actividades son muy variadas.
El caso clásico, en nuestro tiempo, es la necesidad de algún escritor/a que necesita sobrevivir de alguna manera. Esto no se limita a lo meramente económico. Está también el aspecto psicológico, pues escribir es un trabajo solitario, y el ser humano es por naturaleza un ser social.
Por otro lado, hay aquellos que atienden los talleres para “aprender”. Cierto es, aprenden, pero no porque un sabio les da la receta “para escribir bien”, sino porque el ambiente es propicio para ello.
Un taller, como todo proceso de intercambio social, es algo bastante complejo. Nos encontramos con un ambiente donde la literatura es el tema principal, donde aquellos que nos rodean están dispuestos a discutir sobre tildes, comas, estructura narrativa, tema, estilo, punto de vista, y todos aquellos elementos inherentes en un texto. En el aire flotan los virus de la inspiración por ósmosis, el sentimiento de hermandad y el de ser comprendidos en nuestra locura.
Encontrar un equilibrio
Pero estos son los elementos subcutáneos de un taller. Cuando uno decide tomar parte en un grupo de estos, muchas veces ni siquiera sabe por qué lo hace. Piensa que es para aprender a escribir mejor. Pero lo que quiere tal vez en el fondo es compañía, alguien que le diga: Estás muy bien; vas por buen camino», cuando es muy posible que un dedo acusador indique: «No pierdas tu tiempo» y acabe de sopetón con una carrera antes que esta comience.
Ambos extremos son peligrosos. Para ser escritor hay que escribir, pero esto no quiere decir que alguien pueda juzgar si uno es el Bach de la literatura o lo contrario. Al menos no en un principio.
El equilibrio entre dar una crítica constructiva que no despeche a uno que comienza, o el engendrar delirios de grandeza en un principiante, es tal vez lo más difícil.
Muchos talleristas evitan esto discutiendo sobre textos que no son del taller, o dando valor a un cuento deliberando sobre su tema, mas sin tomar en cuenta los otros elementos que son parte integral del “escribir bien”, rudimentos que en el mejor de los casos deberían estar más allá de una moda.
Tema vs. estilo
Hay temas que le interesa a la gente, y hay otros que les tiene sin cuidado. Todo depende de su inclinación social, cultural y política. En realidad, escribir bien no depende de si el tema es bueno o malo (esto es subjetivo). Escribir bien es la manera cómo se presenta un tema.
En un taller donde la gente es sincera y dice lo que piensa, es más fácil llegar a descubrir cuando algo está bien o mal escrito. Si a muchos les parece que el cuento es aburrido, incomprensible, denso, lento, entonces sabemos que algo anda mal. No se ha logrado atrapar el interés del lector. No importa la intención que tuvimos, si no hay interés del público, estamos fritos.
El estilo es lo que permite captar el interés, ya sea que se hable sobre ratones blancos o sobre el asesinato de Gabriel García Moreno. Y aquí es donde comienza el conflicto de escoger el taller literario que más le convenga a uno. ¿Qué tipo de taller nos ayudará a dominar los diferentes elementos que hacen de un texto algo no solo legible, sino también interesante, que nos permita encontrar nuestro estilo sin entrar en “corrientes literarias”?
Leer vs. escribir
Para la gente interesada en la literatura leer no es el problema. El problema es escribir para ser leído.
Hay talleres que prácticamente se limitan a analizar el trabajo de escritores conocidos. En estos talleres se analizan la estructura narrativa, el estilo, los puntos de vista, etc., pero todo como una práctica para reconocer estos elementos en los textos escritos por otros.
Eso está muy bien si uno quiere llegar a ser un literato teórico. Descubrir cómo esculpió Tolstoi su obra, que herramientas usó, que materiales, es y puede ser muy interesante. En realidad, este tipo de lectura es indispensable para el que ya es escritor, pues si no ensancha sus fronteras, inventará el agua tibia.
Pero para el principiante, el énfasis debe estar primero en dejar fluir las ideas (sin restricciones).
Este es un aspecto muy importante para escoger un taller literario. ¿Está el énfasis en escribir y descubrir el oficio que implica escribir, o en analizar textos?
Si el taller es bueno, si los integrantes están realmente interesados en la literatura, entonces es casi inevitable que además de escribir como condenados, contarán qué están leyendo, qué libro les impactó, y así es como uno llegará también a leer y analizar textos que de otra manera nunca habría considerado.
A la postre, cada cual debe estar consciente de que para ser escritor hay que escribir y leer, pero más importante aún, que para comenzar en el oficio sí es posible escribir sin haber leído los clásicos.
Leonardo Wild. Escritor ecuatoriano-norteamericano. Estudió en Lord Fairfax y Nova College, Virginia. Escribe ciencia ficción desde 1996. La primera fue escrita en alemán, Unemotion (1996) la cual fue recientemente publicada en español bajo el título de Yo artificial (2014). Entre sus obras se tiene: Oro en la selva (1996); el ensayo: Ecología al rojo vivo (1997); Orquídea negra o el factor vida (1999); Cotopaxi, alerta roja (2006). Más recientemente ha publicado una reedición de su novela El caso de los muertos de risa (2019).
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