Mi alma no es… | Gabriel Ortiz

Por Gabriel Ortiz

(Colaboración especial para Máquina Combinatoria)

 

Alma se fue esta mañana, dice que su mamá está enferma. No me ha dejado acompañarla:

—Es muy pronto para llevarte a casa.

Mientras Alma no está, estoy a cargo de Clara. No es mi hija, es una planta, un clavel para ser precisos. Bueno, ella es mi responsabilidad y si la lora de la vecina sigue molestando o picoteando a Clara, tal vez le abra su jaula o su tórax “sin culpa”.

Me intriga un poco el temor de Alma por conocer a sus padres. Es cierto que no somos nada formal y que a veces parezco mendigo, pero puedo comportarme. La cara es el problema, esa no la puedo cambiar. Ni siquiera yo sé porque Alma sigue conmigo.

Ha pasado una semana y Alma me ha llamado una sola vez para decirme que su mamá se encuentra mejor, aunque sería bueno que se quede un tiempo. Yo no he podido decirle que Clara está agonizando. Por suerte sé limpiar y cocinar, así que yo no moriré.

Han pasado algunas semanas más y últimamente, he notado a Clara algo mejor y a Alma algo peor. Tal vez su madre no está del todo bien, y al parecer me ha botado. Solo estará allá lo que necesite y luego volverá por sus cosas.

Es extraño pensar en que me ha dejado, pero podía pasar. No soy perfecto e incluso suelo ser muy pedante. Cosa que le ponía de un humor de mierda. He preferido no pensar mucho en ella, así que sus cosas a la bodega, a excepción de Clara que sigue en la ventana de la sala.

A casi un mes de que Alma se fue no he sabido mucho y esta mañana el casero me ha entregado un par de cuentas y unos sobres. Entre ellos, uno de Alma. Se ha complicado tanto con eso para escribir muy poco:

 

15 de junio

 

Querido,

Soy Alma, no iré por mis cosas, regálalas o quémalas.

Haz lo que quieras. No puedo volver.

Cuida bien de Clara.

Saludos,

 

Alma

 

La verdad es que para el par de trapos que dejó no hay muchas opciones. Solo queda Clara que no la vendería ni regalaría, podría plantarla en algún jardín.

El domingo por la mañana, como siempre, he ido al “Café Azul” que queda en frente y he tomado un periódico de hace tres semanas sin darme cuenta. Solo lo hago por el crucigrama. Mientras la mesera, que me coquetea desde que voy al café, me pasa mi jugo miro una noticia de reojo. El título dice: “Mujer asesina a sus padres”.

Y como suena a novela negra reviso las líneas primeras: “Alma Samantha I. N. de 23 años de edad asesinó a sus progenitores e hizo abono con sus restos”. Reviso espantado lo siguiente: “La acusada declaró: ‘lo hice para que Luis y Clara vayan a casa conmigo’…”.

La piel se me congela y me siento a la temperatura del vaso de jugo. Me calmo, – es una casualidad– me digo. Mi Alma no es, mi Alma solo no quiere volver. Respiro, doy un sorbo delgado y largo al jugo. Es de tomate de árbol. Se acerca la mesera con el café –me tiemblan las manos– me mira con esos ojos atrevidos. Acabo, levanto la mirada a la ventana donde está Clara, escribo en la servilleta mi número y espero a que retire los platos.

Cuando levanta los vasos, le pongo la servilleta con lo escrito a la vista. Ella lo nota y sonríe. Le devuelvo la sonrisa y le pregunto:

—Y bueno ¿a ti también te gustan los claveles?

 

 


Gabriel Ortiz es un joven de 20 años, estudiante de Artes Liberales, con gran gusto por la narrativa corta y la poesía. Es parte del Grupo de Teatro Durión en Ibarra, como técnico en iluminación y actor. Con interés en la fenomenología, la historia del arte y la literatura infantil. En su tiempo libre suele escribir un poco.

 


Foto tomada de: https://www.pexels.com/es-es/foto/almohadilla-arte-artista-blanco-316466/

 

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