“Corazón de perro” de Mijaíl Bulgákov | Fabricio Guerra

Fabricio Guerra

 

Luego de un trasplante de hipófisis, Sharik, un perro callejero moscovita, es convertido en ferviente bolchevique. Aunque la intención inicial del cirujano operante era buscar un método de rejuvenecimiento, la hominización obtenida del experimento clínico encaja en tiempo, espacio e intención con la necesidad oficial de crear al “Nuevo Hombre Socialista”, espécimen llamado a ser tan fiel a la doctrina marxista como lo es un can a su amo. Y vaya si lo fue, pues el denominado homo sovieticus, supuesta encarnación de los más altos ideales sociales terminó siendo algo así como un perro sarnoso domado a patadas, al que cada tanto se le echaba un hueso rancio.

En su fase canina,Sharik posee un peculiar sentido común que le permite sobrevivir y cuestionar la realidad oscura y miserable de la Rusia posrevolucionaria. Una vez mutado en humanoide, además documentado y acreditado ya como camarada Sharikov, nuestro personaje se ve impelido a leer a Engels, a quien poco y nada entiende, deviniendo pronto en vil delator y asesino a sueldo de gatos.

Tras causar una serie de destrozos en el elegante apartamento del médico, y después de comportarse de forma canallesca, una nueva práctica quirúrgica devuelve al estado original al galgo, quien de cualquier modo no escapa al perruno destino de depender de su dueño para conservar abrigo y comida.

Aparte de funcionar como sátira antitotalitaria, Corazón de perro (Lectorum, 2016) de Mijaíl Bulgákov es también la sombría constatación de que casi todos los grandes intentos por mejorar al hombre y la sociedad suelen terminar en descalabro. El cristianismo degenera en inquisición, la revolución libertaria de la Bastilla conduce al Terror, el nacionalismo es el germen del fascismo. Con ironía y humor, Bulgákov nos dice tajante, que la utopía, lejos de ser inspiración y faro guía, es más bien musa peligrosa, engendradora de monstruos.

Sin alcanzar la perfección de El Maestro y Margarita (1940), obra colosal e inigualable, el célebre autor ucraniano consigue articular aquí un relato ágil y redondo que no tarda en enganchar al lector a través, principalmente, de la simpatía emanada por el dogo sin techo, mismo que al trocar en proletario, provoca en cambio rechazo y aversión. A la vez que en la URSS se va imponiendo un estado policial en el que la burocratización de la vida y el reacomodo de las jerarquías están a la orden del día. Es la gestación del estalinismo. Y allí está Bulgákov para testimoniarlo a su genial manera.

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