Cuando el mundo era 1984 | Iván Rodrigo Mendizábal

Iván Rodrigo Mendizábal

 

En 1948 George Orwell terminó la que sería su última novela, 1984. Esta fue luego publicada en 1949, saliendo al mercado el 8 de junio de ese año. El título, la mención a un futuro año, es el anuncio que en aquel prevalecerá un Estado totalitario que vigile a sus ciudadanos a través de la televisión. Ahora estamos en el 2019, décadas después de ese año que también lo vivimos en su momento. En parte la presunción de Orwell parece haberse cumplido, aunque no necesariamente en la misma dimensión como especulaba la novela. Pero, hay que aclarar una cosa: en efecto, 1984 es una novela, es una ficción literaria, la cual, aunque trate de una realidad ficticia, de un mundo posible, penetró bastante en el imaginario de diversos sectores de países tanto occidentales como orientales, al punto de ser ahora una obra de referencia no solo literaria, sino también política. Y ¿por qué se constituyó tal novela de esta manera? Trataré de responder esta cuestión intentando también seguir el curso de la escritura de la novela. Una fuente muy rica es una colección de cartas de Orwell, firmadas algunas con su nombre real, Eric Blair, y en otras con su seudónimo. Tal colección se titula The Collected Essays, Journalism and Letters of George Orwell, Volume IV, In Front of Your Nose, 1945-1950, editado por Sonia Orwell y Ian Angus (Mertin Seeker & Warburg Limited, ed., 1968).

En este sentido, una primera mención que hace Orwell la hace en una carta a Leonard Moore, su agente literario, el 23 de febrero de 1946. Dicha carta que gira alrededor de ciertos intereses de traducción de una novela anterior, Animal Farm (conocida en castellano como Rebelión en la granja, 1945), en su último párrafo indica que, hacia abril, mes del que dejará de hacer periodismo, iniciará el trabajo de una nueva novela. Sobre esta no dice nada más. Sonia Orwell y Ian Angus, los editores del libro que tomo como fuente, indican que tal mención se refiere, en efecto, a lo que será luego Nineteen Eighty-Four (título con el que realmente fue publicado posteriormente).

Ya el 31 de mayo de 1947, en otra carta a F.J. Warburg, su editor, señala que ya tiene un tercio de la novela, la cual la ha estado escribiendo sorteando problemas de salud. Estima terminar el borrador de la obra en octubre y tenerla lista ya como novela corregida a principios de 1948. Lo interesante es que adelanta algo de su nuevo trabajo: “No me gusta hablar de libros antes de que estén escritos, pero te diré por el momento que esta es una novela sobre el futuro, es decir, en cierto sentido, es una fantasía, pero con la forma de una novela naturalista. Eso es lo que hace que sea un trabajo difícil; ciertamente, si haría un libro de anticipación sería, en comparación, más simple de escribir”. Nótese que para Orwell la nueva novela es una “fantasía naturalista” o, si se quiere, una novela realista que profundiza su sentido bordeando lo utópico. Pero además indica que no es una anticipación, en el sentido que podría entenderse la ciencia ficción, es decir, una trama que se adelante en ciertas hipótesis, además de que su acción pueda estar en el futuro.

Para octubre de 1947, en una carta a Roger Senhouse, también editor asociado con Warburg de la Secker & Warburg, Orwell anuncia que irá a Londres en noviembre llevando el borrador de la novela. Señala que deberá volver a escribir unos dos tercios de aquella porque no le convence lo que tiene; estima que el trabajo será de 4 o 5 meses o algún tiempo más. Recalca que sus problemas de salud le han agotado. Una noticia similar le comenta luego al mismo Senhouse en otra carta de mayo de 1948, indicando, además, que ha comenzado a revisar el texto final de la novela, entre horas, entre ir y venir al hospital dada sus complicaciones de su enfermedad, una tuberculosis.

Por fin, en una carta a F.J. Warburg, del 22 de octubre de 1948, Orwell indica que terminará su novela en noviembre, a sabiendas que está postrado por la enfermedad. Señala que el libro se ha vuelto largo, con alrededor de 100.000 o 125.000 palabras, y precisa: “No estoy contento con el libro, pero tampoco estoy absolutamente insatisfecho. Lo pensé por primera vez en 1943. Creo que contiene una buena idea, pero su elaboración hubiera sido mejor si no la hubiera escrito bajo la influencia de la tuberculosis. Definitivamente no me he fijado en el título, pero estoy dudando entre ‘Mil novecientos ochenta y cuatro’ y ‘El último hombre en Europa’”. Según esta carta, a Orwell le estaba costando acabar la novela, reconociendo que podría ser mejor. Sin embargo, hay dos datos nuevos: que 1984 emergió como idea en 1943, aunque no dice bajo qué circunstancias; y que tenía un título en debate: El último hombre en Europa. Tal título, leyendo en la actualidad el libro, en efecto, alude de manera más directa al protagonista, Winston Smith, como el último de su especie que aún pretende una sociedad donde impere valores mínimos y sentimientos de humanidad; Europa podría más bien aludir a Eurasia (en la novela), país-continente gobernado por el bolchevismo. A las claras, un interesante título, metafórico, más insinuador de un estado de cosas.

En otra carta de diciembre de 1948 a Roger Senhouse quien, al parecer le hace llegar por adelantado la campaña de lanzamiento del libro, Orwell señala que no debe lanzarse el libro al mercado anunciándolo como si fuere un “thriller mezclado con una historia de amor”, cosa que no lo es. Manifiesta que debería proponerse el libro como parte de un debate social sobre las “implicaciones de dividir el mundo en ‘zonas de influencia’ (cuestión que lo pensé en 1944 como resultado de la Conferencia de Teherán), además como parodia sobre el totalitarismo. Siempre me ha parecido que las personas no se han enfrentado a esto … o a la persecución de científicos en Rusia…”. Adviértase que Orwell pretendía que su libro tendría que leerse bajo la lupa de lo político, tomando como referentes Rusia y los sistemas totalitarios.

Y siguiendo esta línea, en una carta a su amigo Julian Symons, escritor de novelas policiales, agradeciéndole el envío de su más reciente novela, Bland Beginning, Orwell le adelanta algunos criterios de 1984: que “es una utopía en forma de novela”, que su estructura es como la de un “ovillo, en parte debido a estar enfermo mientras lo escribía, pero cuyas ideas podrían interesarle. …Se llamará Mil novecientos ochenta y cuatro”. Recalca la idea de una utopía, como una versión más segura de su anterior idea de “fantasía naturalista”. La trama parece ser intrincada y con ideas que asemejarían a las de una novela policial.

Cuando, por fin se publica la novela en junio de 1949, tanto en Gran Bretaña y Estados Unidos, Orwell se muestra impelido de explicar a algunos lectores sobre su trabajo. Por ejemplo, en una carta a Francis A. Henson, además esta publicada en la revista Life de julio de 1949, señala: “Mi reciente novela NO pretende ser un ataque contra el socialismo o contra el Partido Laborista Británico (del cual soy partidario), sino es una demostración de las perversiones a las que está sujeta una economía centralizada y que ya se ha realizado en parte en el comunismo y el fascismo. No creo que el tipo de sociedad que describo necesariamente llegue, pero creo (por supuesto, porque el libro es una sátira) que algo parecido podría llegar. También creo que las ideas totalitarias se han arraigado en las mentes de los intelectuales de todo el mundo y he tratado de sacar estas ideas llevándolas a sus consecuencias lógicas. El paisaje del libro es Gran Bretaña, pero para enfatizar que las estirpes de habla inglesa no son innatamente mejores que nadie y que el totalitarismo, si no se lucha contra él, podría triunfar en cualquier parte”. Orwell, entonces, toma partido por el socialismo británico, pero pretende desnudar más bien al comunismo y al fascismo que para el término de la II Guerra Mundial han cobrado carta de ciudadanía en Europa y ciertas partes del mundo. Lo que aborrece es el totalitarismo de estas formas políticas, aupado por sectores de intelectuales que las veneran irresponsablemente.

Tal el curso de las cartas y la escritura de 1984. Orwell la había pensado como una novela política si se considera que esa es la definición de una utopía (para el caso son interesantes que hace el crítico y teórico marxista Fredric Jameson en varios textos y libros). Su trasfondo, evidentemente denunciar a todo sistema o gobierno totalitarista. Cabe indicar que, como socialista, él estaba convencido de su horizonte ideológico, pero no abrigaba ya esperanza con la estatización y el desvío que el socialismo habría sufrido en la ex Unión Soviética con el comunismo y, peor, con el fascismo hitleriano que cundió desastrosamente en Europa.

La idea de proyectar ese 1948 que vivía, entre su propia enfermedad y la realidad del fin de la II Guerra, de la nueva división territorial que estaba sufriendo Europa, producto de la conflagración y de las políticas impuestas por los ganadores era un espectro que prevalecía dentro del “ovillo” que había estructurado. El propio fascismo había puesto en funcionamiento la maquinaria de la televisión para hacer propaganda y, para ese momento, los medios de comunicación ya tenían una hegemonía que era importante de considerar, más cuando se había “descubierto” que con ellos también se lograba gobernar las mentes y las conductas de las personas. ¿Orwell habría conocido las tesis de la cibernética planteadas por Norbert Wiener en 1942? Esta pregunta es sugerente a la hora de considerar que, pese a que hay una historia que pretende ser amorosa en el interior de 1984, lo que esta novela muestra es una maquinaria gubernativa que domina y aplaca sentimientos, hace adorar a imágenes del poder como si fueran reales. Por ello su importancia hasta hoy como obra de referencia y estudio.

Y ¿qué del mundo que era 1984? Precisamente ese mundo ficticio futurista pasó de la ficción a la realidad: el totalitarismo hoy es encubierto, no necesita de fascismos o comunismos o “socialismos del siglo XXI”; gracias a las tecnologías de visión (tema que ya había sido motivo de análisis de Paul Virilio), el control es soterrado o, si se quiere, la libertad es más controlada que nunca. Uno podría ir donde quiera, pero basta que una palabra comprometedora haya sido publicada de forma inocente en las redes para ser calificado de “terrorista”.

 

 


 Primera edición deNineteen Eighty-Fourde George Orwell.

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